sábado, 4 de junio de 2011

Organización del Miedo Sistemático

   La OMS (Organización Mundial de la Salud) es una de las agencias de la ONU, creada casi a su par. Su labor de coordinación, de protección de los países con sistemas sanitarios más débiles y de prevención en la expansión de epidemias es encomiable. Probablemente nadie ha hecho más por la generalización del uso del preservativo para contener el virus del SIDA. Pero en esta vida nada es blanco ni negro y la OMS ha sido frecuentemente acusada de falta de transparencia en la toma de decisiones. Con toda probabilidad no es lo peor que se puede decir de ella. Al ser un organismo serio, eficaz y mundial, se ha convertido en el codiciado paraguas bajo el que las grandes compañías farmacéuticas han pretendido colocar sus estrategias a largo plazo. ¿Por qué digo esto? Veamos.
   ¿Se acuerdan Uds. del SARS? Ahora tal vez ni recuerden a qué correspondían estas siglas, pero la OMS y los medios de comunicación aterrorizaron a media población mundial con el Síndrome Agudo Respiratorio Severo. Esta forma de neumonía atípica apareció en China en 2003 y, según la OMS, podía trasmitirse como un resfriado común, pero con una tasa de mortalidad de casi el 10%. Dada la movilidad que caracteriza nuestra época, en pocos años, la enfermedad habría matado a varios miles de personas en todo el mundo. Lo cierto es que la tasa de infectados pasó en un año de más de 8.000 a 500. La última actualización de datos procede de 2005 y hablaba de 9 casos en China. Por entonces el SARS había dejado de estar de moda porque ya había surgido una "nueva pandemia", la gripe aviar.
   En realidad, la gripe aviar no tenía nada de nueva. Virus de la gripe han existido siempre en las aves y en 1978 hubo un caso que afectó a humanos con una tasa de mortalidad del 33%. Pero, por alguna razón especial, ahora estábamos ante algo nuevo. Era un virus que se contagiaba de modo particularmente fácil entre las aves, que las mataba (o no) y que, además, podía saltar la barrera entre especies, afectando a mamíferos y al hombre. Rápidamente los medios de comunicación alertaron de la llegada de la nueva gran catástrofe. Se inició una taxativa campa para evitar los contactos entre aves y humanos en los espacios públicos. El sensible sector ecologista alemán tuvo que ver imágenes de toda una isla "limpiada" de aves. El ministerio de sanidad español creó una página web para que pudiéramos estar informados, en tiempo real, del progreso de la enfermedad y de las barreras (se sospechaba que inútiles) que se iban levantando. La página dejó de actualizarse en 2.009. Y es que, para entonces, ya teníamos una nueva pandemia.
   2.009 es el año de la gripe A. Otra vez, el insidioso virus de la gripe (este virus es un filón), pero ahora en su vertiente porcina, había comenzado a afectar a los seres humanos. Su modo de transmisión era el habitual en la gripe, esto es, muy eficaz, pero su tasa de mortalidad era altísima (44 de cada 1.000 infectados en México). Afortunadamente ahí teníamos a la OMS para desatar el pánico, perdón, quise decir, para dar la alerta y dejar claro que había un remedio casualmente fabricado por una de las grandes empresas farmacéuticas mundiales. Los Estados se apresuraron a reservar grandes partidas del antiviral en cuestión que, desgraciadamente, llegarían tras la campaña de gripe estacional. Los expertos de turno acudieron rápidamente a los medios de comunicación para aclarar que la situación podía empeorar sensiblemente si el virus de la gripe porcina se recombinaba con el virus de la gripe estacional. En los hospitales se reservaron zonas especiales para los afectados por gripe A. El otoño se aproximaba y acabó por llegar... y por marcharse, dejándonos una campaña de gripe con la tasa de mortalidad más baja que se recuerde. Repasemos las cifras. Una gripe que se contagia como una gripe normal y que deja en México ¿1.204 casos para una población de 100 millones de habitantes? De ellos, 44 muertos. En Estados Unidos hubo 1639 casos y ¿2 muertos? Una de dos, o alguien no ha sabido contar bien los casos o alguien no ha sabido contar bien los muertos.
   En 2.011 ya nadie le teme a la gripe A, pero, afortunadamente, ya no hace falta, porque tenemos a la E. Coli. A esta pobre bacteria le ha ocurrido como a muchos colectivos, que lleva toda su vida haciendo el bien por la humanidad y por unos pocos ejemplares malignos, ha saltado a la primera página de los periódicos. Hay una decena larga de muertos por una variante enterohemorrágica y varios miles de infectados. Por sus propias características (es el tipo de bacteria más abundante en el intestino de los mamíferos), una infección por E. Coli difícilmente puede extenderse más allá de un foco localizado y mucho menos generar una pandemia, a menos que la coprofagia (y no, no voy a explicar en qué consiste), sea una práctica más extendida de lo que parece. No obstante, aquí tenemos ya a la OMS declarando: a) que estamos ante una epidemia; b) que ya existe un caso de contagio entre humanos sin mediación de heces; y c) que, miren Uds. qué casualidad, sí hay medicamentos contra la E. Coli.
   En Bowling for Columbine, Michael Moore sostenía que una población aterrorizada consumía más que una que no lo estuviese. El motivo es obvio. ¿Se va Ud. a comprar el próximo lunes una botella de su licor favorito? ¿y si creyera que se va a morir el martes? Cabe ampliar esa tesis y afirmar que una población aterrorizada por la llegada de una enfermedad tiene un consumo farmacéutico superior a otra no aterrorizada. Si a esta tesis añadimos el enorme poder económico de las grandes empresas farmacéuticas y la multiplicidad de contratos com médicos que trabajan o van a acabar trabajando para la OMS, nos encontraremos con una explicación que encaja más con los hechos que la fortuita aparición de potenciales pandemias.

   Epílogo.
   En realidad, de los agentes patógenos conocemos muy poco. Por uno del que se conoce su procedencia, modo de transmisión y toxicidad, hay diez o cien de los que se ignora todo. La mayor parte de ellos tienen un patrón de conducta muy típico y que viene repitiéndose desde que ellos y nosotros compartimos este mundo. Una mutación al azar convierte un agente de escasa incidencia en una plaga, mata a un número más o menos grande de individuos y después desaparece. A veces, vuelve a su reservorio en donde se quedará por algún tiempo reapareciendo más tarde. A veces, simplemente muta en otra forma que causa menor mortalidad. Por mucho que los expertos de turno digan lo contrario, la tendencia suele ser hacia formas menos letales. Simplemente, un patógeno que mate a su portador no se expandirá como uno que no lo haga. Un animal muerto no se mueve y entra en contacto con otros, a menos, claro está, que el virus lo convierta en un zombi. Pero ésta ya es otra historia.

2 comentarios:

  1. He sobrevivido manuel a tres pandemias mundiales que recuerde, contando con el ébola. Pero ninguna comparada con la de la gripe A. La recuerdo bien por la campaña de prevención que les hicieron hacer a determinados docentes (a otros no tanto). Mi cuestión es ¿POR qué unas tanto y otras tan poco?

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    1. "Casualmente", las campañas más intensas y llamativas suelen producirse con enfermedades para las cuales ya existe un medicamento, caso de la gripe A y el Tamifflu, pero, como digo, esto es casualidad.

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