domingo, 25 de diciembre de 2016

DSM-V (2 de 2)

   Si hemos de creer las tasas de prevalencia que presentamos, el 101% de los niños y el 116% de los adultos tiene algún género de trastorno mental, quiero decir, todos y cada uno de nuestros niños y todos y cada uno de nosotros necesitamos atención por parte de psicólogos y/o psiquiatras. Por supuesto se puede discutir si las categorías resultan excluyentes o si tal o cual tasa de prevalencia corresponde o no a la realidad, en cualquier caso, apenas si he reproducido unas cuantas líneas de las 996 páginas que tiene el DSM-V. Dicho de otro modo, no se trata ya de que todos y cada uno de nosotros tengamos algún trastorno desde la infancia, además, por pura estadística, debemos tener tres o cuatro enfermedades más de las aquí relatadas, como mínimo. Semejante conclusión despierta, de inmediato, una catarata de cuestiones. Vamos a repasar las más elementales.
   Por definición, un “trastorno” consiste en una alteración de un estado o comportamiento “normal”. Ahora bien, si resulta que el 101% de los niños y el 116% de los adultos tiene algún género de trastorno, ¿cómo podemos definir un niño “normal” o un adulto “normal”? ¿Acaso se trata de un ente ideal, inexistente, al que hemos de parecernos aunque para ello tengamos que medicarnos desde la tierna infancia? Y, si semejante individuo no existe ni ha existido jamás, ¿cómo sabemos que podemos alcanzar su estado ideal? Aún más, ¿quién, bajo qué criterio, ha establecido que resulta aconsejable llevar una vida semejante a la de esa ficción? 
   No obstante, vamos a aceptar cándidamente que todos padecemos, al menos, cuatro enfermedades mentales. ¿Desde cuándo? La respuesta parece bastante simple, desde nuestra infancia, pues siempre hemos padecido algún género de enfermedad. Y aquí viene el retruécano definitivo: la causa última de la inmensa mayoría de estas enfermedades se ignora, por tanto, tienen que tener una causa genética o como suelen expresarlo los “científicos”, “no conocemos su causa, pero pensamos que es de origen genético”. Vamos a ver, ¿no conocemos su causa o su causa se halla en los genes? Porque las dos cosas a la vez no pueden ocurrir. Quizás se nos pretende decir otra cosa. Hubo una época en que, cuando no se conocía la causa de algo, se le atribuía a Dios. Nosotros, que hemos abandonado definitivamente ese oscurantismo de la mano de la "ciencia", cuando no conocemos la causa de algo ... ¿se la atribuimos a los genes? ¿He captado mejor con esta explicación lo que se pretende decir con semejantes afirmaciones?
  Resulta habitual el relato según el cual, en aquellas épocas de oscuridad, a los esquizofrénicos, a los enfermos mentales, se los encerraba en sórdidas mazmorras y se los sometía a todo género de torturas. Ahora, el DMS-V nos ha descubierto una nueva versión de los hechos. Dado que todos padecemos trastornos mentales, también en aquellas épocas de oscuridad todo el mundo debía padecer trastornos mentales, así que no todos los enfermos mentales fueron encerrados y sometidos a torturas. La mayoría, vivió en libertad, tuvo familias, trabajos, aspiraciones, hicieron descubrimientos en ciencia, escribieron música y literatura, crearon extraordinarias obras de arte... Y todo ello sin necesidad de ningún tratamiento psicológico o psiquiátrico, aún más, ¡maravilla de las maravillas! sin medicinas de ningún género. ¿Cómo pudo ocurrir que todo el caudal de trastornos mentales del pasado, cómo pudo ocurrir que personas con tres o cuatro enfermedades mentales generación tras generación, dieran  lugar al progreso humano? Esta pregunta admite únicamente dos respuestas y no sabría decir cuál de ellas resulta más terrorífica.
   La primera respuesta pasa por considerar que la inmensa mayoría de los trastornos recogidos en el DSM-V responden a realidades inventadas, triviales o, en el peor de los casos, superables sin necesidad de tratamiento alguno. Esta posibilidad resulta terrible porque convierte a quienes usan el DSM-V para catalogar a los seres humanos en simples charlatanes que juegan a ser principitos ordenando al sol que salga en cada amanecer. Un corolario de esta manera de entender las cosas pasa por considerar DSM-V como el catalizador de un gigantesco fenómeno de granfalloon, quiero decir, proporciona etiquetas arbitrarias con las que los sujetos se van a identificar en cuanto se los presione un poco para ello.
   La segunda respuesta no parece menos terrorífica, porque significa que no, que en aquellas épocas oscuras del gran encierro de locos, no todos padecían enfermedades mentales. La universalidad del trastorno mental nos caracteriza a nosotros, a quienes vivimos actualmente, a quienes padecemos un género de vida cuya única consecuencia, tanto pronto como tarde, pasa necesariamente por el trastorno mental. En tal caso, todos esos que dicen luchar contra él, deberían orientar sus esfuerzos a erradicar su causa última si no quieren, una vez más, recibir la acusación de charlatanería.

domingo, 18 de diciembre de 2016

DSM-V (1 de 2)

   El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin de que los clínicos e investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar, estudiar, intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales. Se halla en la quinta edición, conocida como DSM-5 publicada el 18 de mayo del 2013. En él se incluyen (entre otros) los siguientes trastornos:
   - Dislexia, trastorno psicológico caracterizado por  una dificultad de aprendizaje que afecta a la lectoescritura, posee un carácter específico y persistente y se calcula que afecta a un 5% de la población.
   - Discalculia o dificultad de aprendizaje específica en matemáticas, equivalente a la dislexia, sólo que en lugar de tratarse de los problemas que enfrenta un niño para expresarse correctamente en el lenguaje, se trata de dificultad para comprender y realizar cálculos matemáticos, al igual que la dislexia. Al menos un 5% de la población se ve afectada por ella.
   - La disgrafía se trata de un trastorno que se manifiesta en la dificultad para escribir las palabras de manera ortográficamente adecuada y que afecta a cerca del 5% de la población.
   - El trastorno del lenguaje expresivo se caracteriza por una capacidad de uso expresivo del lenguaje hablado muy por debajo del nivel adecuado para la edad mental. Afecta a un 3% de los niños escolarizados.
   - El trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo consiste una alteración tanto del desarrollo del lenguaje receptivo como del expresivo verificada por las puntuaciones obtenidas en evaluaciones del desarrollo del lenguaje receptivo y expresivo que afecta a un 3% de los niños.
   - El trastorno fonológico se caracteriza porque los niños no utilizan ninguno o utilizan sólo algunos de los sonidos del habla que se esperan para su grupo de edad, afecta a un 3% de los niños.
   - La tartamudez consiste en un trastorno de la comunicación que se caracteriza por interrupciones involuntarias del habla que se acompañan de tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés, lo padece un 5% de los niños.
   - Los trastornos del espectro autista (TEA) engloban diagnósticos relacionados con déficit en la comunicación, dificultades para integrarse socialmente, una exagerada dependencia de las rutinas y hábitos cotidianos, y una alta intolerancia a cualquier cambio o a la frustración. Aunque su incidencia inicial no llegaba a uno de cada 2.500 niños, actualmente se considera que cerca del 1,5% de la población lo padece y se considera un género de trastorno en expansión.
   - El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es un trastorno del comportamiento caracterizado por distracción moderada a grave, periodos de atención breve, inquietud motora, inestabilidad emocional y conductas impulsivas. Aunque se suele considerar que un 5% de los niños lo padece, los diagnósticos superaran ya el 6% en España y comienza a considerarse que acaba afectando a las personas también en su edad adulta.
   - El trastorno de pica consiste en una variante de un tipo de trastorno alimentario en el que existe un deseo irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas y poco usuales como tierra, tiza, yeso, virutas de la pintura, bicarbonato de soda, almidón, pegamento, moho, cenizas de cigarrillo, papel o cualquier otra cosa que no tiene, en apariencia, ningún valor alimenticio. Hasta el 30% de los niños menores de seis años presentan este trastorno.
   - El síndrome de Tourette se caracteriza por múltiples tics físicos (motores) y vocales (fónicos) que afecta casi a un 4% de los niños.
   - El trastorno de tic transitorio consiste en una afección en la cual una persona hace uno o muchos movimientos o ruidos (tics) breves y repetitivos sin proponérselo, en torno al 12% de los niños lo padecen.
   - La encopresis infantil consiste en la defecación involuntaria que sobreviene al niño mayor de 4 años, sin existir causa orgánica que lo justifique y que padecen hasta el 6% de los niños.
   - La enuresis radica en la persistencia de micciones incontroladas más allá de la edad en la que se alcanza el control vesical, afecta al 13% de los niños.
   - El trastorno depresivo se caracteriza por un estado de ánimo invasivo y persistente acompañado de una baja autoestima y una pérdida de interés o de placer en actividades que normalmente se considerarían entretenidas. Más del 11% de la población lo padece. 
   - El trastorno bipolar se da en aquellos individuos que han experimentado un episodio maníaco añadido a un episodio depresivo cosa que ocurre casi en el 2% de la población.
   - El trastorno de ansiedad engloba varias formas diferentes de un tipo de trastorno mental, caracterizado por miedo y ansiedad anormal y patológica. Afecta a casi el 20% de la población. 
   - Un 11% de la población presenta fobias que se caracterizan por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas.
   - El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que producen inquietud, aprensión, temor o preocupación, y conductas repetitivas denominadas compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada. Lo padece un 3% de la población.
   - La hipocondría lleva al paciente a creer, de forma infundada, que padece alguna enfermedad grave, hasta un 9% de la población la padece.
   - Los trastornos disociativos se definen como todas aquellas condiciones patológicas que conllevan disrupciones o fallos en la memoria, conciencia, identidad y/o percepción, hasta un 10% de la población podría padecerlos.
   - Al menos un 50% de la población mundial padece algún género de trastorno sexual entendido como alteraciones del deseo, cambios psicofisiológicos en la respuesta sexual normal, malestar o problemas interpersonales relacionados con el tema.
   Mientras escribo la continuación de esta entrada le sugiero que vaya sumando los porcentajes que le acabo de proporcionar, verá qué gracia.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Un futuro sombrío.

   La receta económica de Donald Trump para engrandecer América (del Norte) es tan desquiciante como lo fue la de aquel Reagan a quien los norteamericanos recuerdan con tanto cariño. La simple expulsión de tres millones de inmigrantes que han cometido un delito (ni que decir tiene que la cifra es inventada), elevaría el costo de la mano de obra a niveles insostenibles para la economía, especialmente en el sector alimentario y la industria de base. Trump, como tantísimos tontísimos que hay en el mundo, no entiende que la fraternal acogida de nuestros hermanos de otros países encierra, en realidad, la exigencia del capitalismo de aumentar el paro para mantener los salarios al nivel de la subsistencia. ¿Por qué creen que Alemania se muestra tan generosa con los inmigrantes?
   Una subida de los costos laborales conllevará, inevitablemente, una subida de precios, quiero decir, un aumento de la inflación. Pero Trump no se conforma con eso, quiere emprender una agresiva política de obras públicas que no sólo inundará las bolsillos de los amigotes de dinero, sino que, además, retirará lo que quede de mano de obra barata del mercado laboral, presionando la inflación hacia arriba por partida doble. ¿De dónde va a salir todo ese dinero? De los impuestos no. Como buen reaccionario, Trump ya ha anunciado una significativa rebaja de impuestos con un IRPF de tres tramos, lo cual significa que se dejarán de recaudar miles de millones de las grandes fortunas. Cuando un político dice que va a bajar los impuestos todo el que tiene dos dedos de frente entiende lo que se está diciendo, a saber, que se van a subir los impuestos. Se bajarán los directos que gravan en función de las rentas y se subirán los indirectos que gravan los productos que todos compramos o, mejor aún, que compramos los que menos ingresos tenemos. ¿Hace falta decir que nos hallamos ante otro factor que incrementará la inflación? Pues súmenle a los anteriores un mercado especulativo absolutamente desregulado como el que se está buscando.
   Difícilmente se podrá atajar toda esa masa inflacionaria que se va a crear artificialmente mediante una subida de los tipos de interés, pues eso enfriaría la economía en contra de los deseos presidenciales. Más bien se piensa, como ha sido costumbre, en exportar la inflación. Durante décadas EEUU pudo hacerlo por dos motivos: era la fábrica del mundo y su moneda era el patrón con el que se comparaban el resto de monedas. Hace tiempo que ambos factores se han vuelto algo más que cuestionables. Ni EEUU es ya la fábrica del mundo ni su moneda es el único patrón que ahora impera. Resulta poco probable, pues, que se pueda desaguar mucha inflación por aquí. Sólo queda, pues, una manera de amortiguar los efectos inflacionistas de todas las políticas que Trump ha propuesto: inyectando oro en circulación, oro negro. Producir enormes cantidades de petróleo le permitiría bajar a precios irrisorios la factura energética, amortiguando el efecto de los otros factores. 
   Una de las pocas cosas por las que pasará Obama a la historia, además de por el color de su piel, es por haber convertido el petróleo en el arma para vencer a sus enemigos internacionales. Inundar el mercado de petróleo en una época de crisis, o, lo que viene a ser sinónimo, disminuir la cantidad de petróleo que EEUU compra, fue un movimiento genial que colocó contra las cuerdas a Irán, Venezuela y Rusia, además de convertir en irrelevante a un aliado incómodo como fueron siempre las monarquías del golfo pérsico. Particularmente para Rusia fue la puntilla a sus ambiciones imperialistas. Unida a las sanciones internacionales por su adhesión de media Ucrania, la bajada del petróleo la pilló en plena modernización de las fuerzas armadas, en la que había comprometido gran parte de los recursos que se suponía que iba a obtener. 
   Además del levantamiento de las sanciones, Rusia buscará algún tipo de pacto con los EEUU que eleve el precio del petróleo, un movimiento que todos los humillados por Obama están buscando desesperadamente. De hecho, esta semana, la OPEP acordó reducir su producción. Tan pomposa declaración, que atrajo de nuevo a los especuladores al mercado del crudo, es poco más que un brindis al Sol. Su papel en la producción mundial se ha reducido sensiblemente y, por eso, su segundo movimiento ha consistido en intentar acordar una reducción semejante con los países que no forman parte del cartel, iniciativa que Rusia ha apoyado de modo entusiasta. No obstante, la parte divertida de esta maniobra es que si consiguieran alcanzar la solicitada reducción atraerían de nuevo hacia la producción a todas las empresas norteamericanas que la abandonaron precisamente por la caída de los precios, además de activar las colosales reservas canadienses, dejando su maniobra en agua de borrajas. Por si fuera poco algunas de las economías de los integrantes de la organización están ya tan dañadas, que difícilmente soportarán la reducción de ingresos que, a corto plazo, supondrá el recorte en la producción, por lo que no parece muy probable que el acuerdo llegue a materializarse.
   El resumen de todo lo anterior es simple: el imperialismo ruso exige un barril por encima de los 60$, el recalentamiento artificial de la economía norteamericana exige un barril claramente por debajo de los 40$. A menos que la “admiración” por Putin que padece Trump le lleve a entregarle las llaves de la caja fuerte, el acuerdo parece improbable. No obstante, en toda esta ecuación falta un elemento importante.
   En el año 2000, unas reñidas elecciones entre Al Gore y George Bush (hijo) se decidieron cuando el primero renunció a que se continuara la revisión del recuento en Florida. El país quedó dramáticamente dividido “como no lo había estado nunca” en palabras de la prensa. No faltaron voces que acusaron a los republicanos de haber dado un golpe de Estado privando de su cargo al candidato legítimamente elegido por los ciudadanos. Casualmente, apenas un año después, un terrible atentado y sus guerras subsiguientes unieron al país tras su comandante en jefe como un solo hombre. Este noviembre hemos vivido unas elecciones presidenciales en las que la candidata más votada se ha quedado sin su cargo. El país vuelve a estar dividido “como no lo había estado nunca”. ¿Qué sangrientas casualidades habremos de vivir para que se una en torno a su presidente como un solo hombre?

domingo, 4 de diciembre de 2016

Enhorabuena, Sr. Putin.

   Lo que hace a Donald Trump mucho más terrible que Reagan y que los Bush, lo que exige que cualquiera que tenga valores de verdad se oponga radicalmente a su gobierno, más allá de que cumpla o no la ley, lo revela, precisamente, la naturaleza de sus nombramientos. Quienes han obtenido cargos hasta ahora lo han hecho por tres razones, razones que han dejado fuera a quienes hasta ahora no han obtenido nombramiento alguno. La primera de ellas es la lealtad ciega y absoluta al líder. Priebius, Sessions, Flyn, Bannon y todos los demás que están siendo nombrados, estuvieron con Trump cuando subía y cuando caía en las encuestas, cuando llamaba a Hillary Clinton “asquerosa” y cuando se jactaba de agarrar a las mujeres por el coño y hubiesen seguido estando con él si Trump hubiese salido a la calle pegándole tiros a los transeúntes. De ninguna de sus muy blancas y libres bocas saldrá nunca nada que pueda interpretarse como un atisbo de crítica, de cuestionamiento, hacia las decisiones del líder, Trump tiene siempre razón, porque es Trump. Ni siquiera son cabezas capaces de pensar por sí mismas, de tomar decisiones por sí mismos, de ninguno de ellos se podrá escuchar un juicio acerca de lo que es bueno o malo sin que su líder lo haya hecho previamente. Este es el requisito que Carson no cumple.
   Si el primer requisito es el requisito básico de cualquier dictador, de cualquier tiranía, el requisito que Christie no cumple es aún más preocupante. Christie no está ahí, no porque sea capaz de pensar por sí mismo o porque su mezquindad le lleve a aprovechar su cargo para venganzas personales. Christie no está ahí porque no es del agrado de la corte que Trump ha montado a su alrededor. Encerrado en sus propiedades, el acceso al presidente está controlado por la Santa Trinidad de sus hijos varones y su yerno, en una suerte de corte fantasmal que inauguró en los tiempos modernos Boris Yeltsin, que no ha dejado de reactualizarse en las pseudodemocracias de Asia Central y que importó a América su majestad Ortega I de Nicaragua. Más que Priebus, más que Bannon, más que cualquiera de los cargos que hasta ahora ejercían esas funciones controladas por la ley, el acceso a Trump necesitará pasar el filtro de sus familiares inmediatos, con sus propios intereses, finalidades y negocios y, desde luego, ajenos al control del Congreso o el Senado.
   Pero aún queda un tercer requisito, un tercer indicio no menos inquietante de qué nos aguarda. Algo común a todos los designados, incluyendo el presidente, es su rusofilia o, para ser más precisos, su “admiración” por (Ras)Putin. “Admiración” que, casualmente, comparten con Igor Dodon, recién elegido presidente de Moldavia, con Rumen Radev, recién elegido presidente de Bulgaria, con Marie Le Pen, futura candidata a la presidencia francesa, con los líderes de la emergente Alternativa para Alemania, con los mandamases de los “Auténticos Finlandeses” y con quienes promovieron el referendum sobre el brexit en Gran Bretaña, entre otros. ¿Han mirado Uds. a (Ras)Putin? ¿lo han mirado de cerca, detenidamente? ¿han sido capaces de encontrar en él algo que, en algún acceso de fiebre, pudiera poder parecerles admirable? “Yo admiro a Putin”, pues, sólo puede significar una cosa: “yo he recibido dinero/ayuda de Putin” o “yo le estoy agradecido a Putin”. 
   Durante la guerra fría, el KGB demostró reiteradamente lo fácil que le resultaba infiltrar el FBI. El descarado acoso que su director ha realizado durante toda la campaña a Hillary Clinton, demuestra que tales prácticas no han cesado. Trump tiene motivos para admirar a Putin, quiero decir, para estarle agradecido, no sólo por eso, también por el continuo espionaje electrónico ejercido sobre la campaña de Clinton y del cual apenas si hemos atisbado a ver la filtración de sus e-mails a través de Wikileaks. No me cabe la menor duda de que Trump es muchas cosas, pero no un desagradecido, especialmente cuando quien tiene semejante poder puede utilizarlo contra él, que tantos cadáveres tiene en los armarios. Lo que Trump va a entregarle a Putin a cambio va a ser una minucia: el mundo entero para que Rusia haga y deshaga a su antojo. El problema es que los grandes dictadores nunca se han conformado con aquello que se les ha dado por las buenas y siempre han querido más, siempre han querido aquello que sólo se puede obtener por la fuerza de sus malas artes. Y Putin, en efecto, quiere algo más, quiere el petróleo.