Mostrando entradas con la etiqueta Anonymous. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Anonymous. Mostrar todas las entradas

jueves, 8 de marzo de 2012

Ciberterrorismo

   El famoso baby-boom que siguió a la Segunda Guerra Mundial, pobló Occidente de una generación de jóvenes que tuvo fácil el acceso a la Universidad. Estos jóvenes salieron suficientemente preparados a un mundo que, en realidad, no los esperaba en absoluto. Pocas empresas pensaron en ellos como compradores potenciales, pese a su incipiente poder adquisitivo. Tampoco tenían esperanzas de un fácil acceso al mercado laboral y, políticamente, nadie se rebajaba a hacer campaña entre barbilampiños. Rápidamente llegaron a la conclusión de que si el mundo no estaba hecho para ellos, tendrían que cambiarlo. Por si fuera poco, esta toma de conciencia acompañó al deseo de los trabajadores de la época de ser tenidos en cuenta por el sistema capitalista como algo más que productores. La conjunción de ambos desajustes vino acompañada en los años sesenta del siglo pasado por otra serie de bloqueos sociales y políticos peculiares de cada país. Italia, por ejemplo, votaba mayoritariamente al Partido Comunista pero, por los acuerdos de Yalta, pertenecía al bloque capitalista, de modo que el resto de partidos se coaligaba para excluir al partido más votado del poder. Otro tanto cabe decir de Grecia. En Alemania, los mismos jueces que aplicaron las leyes racistas del régimen nazi, administraban las leyes emanadas de la democracia. La población católica de Irlanda del Norte vivía una suerte de apartheid por parte de los protestantes y, en España, el estado de excepción y los abusos policiales indiscriminados, acompañaron la vida cotidiana de los ciudadanos vascos hasta más allá de la Transición.
   En un principio, el malestar social de los años sesenta, condujo a huelgas y manifestaciones de todo tipo. Pero es un fenómeno bien conocido que cuando este tipo de protestas populares van perdiendo fuelle, se radicalizan cada vez más, quedando, finalmente, en manos de grupúsculos violentos. La no menos violenta represión policial condujo en multitud de países a la creación de lo que Martha Crenshaw llamaba una "cultura de la violencia", en la que los movimientos terroristas, que asolaron los años setenta, encontraron propicio caldo de cultivo. Así nacieron ETA, la última versión del IRA, la RAF, las Brigate Rosse, etc.
   Probablemente, el desapego de los ciudadanos por su clase política es hoy mayor que en los años sesenta. El 15-M es un buen ejemplo de ello. Resulta difícil mostrar apego por unos políticos que en mayo del año pasado decían que los jóvenes saldrían de las plazas públicas si se les diera trabajo y hoy, teniendo sólo que ofrecerles tasas cada vez mayores de paro, los etiquetan como "el enemigo". Las protestas de la Grecia actual recuerdan mucho aquélla primera época de huelgas y manifestaciones de los sesenta. Tampoco el manejo de las mismas está resultado muy inteligente. En España, la policía se ha empleado contra los jóvenes como si les hubiesen prometido reintegrarles el dinero que les han recortado a todos aquellos que rompieran sus porras en la espalda de algún adolescente. Después, nuestro queridísssimo presidente del gobierno, D. Naniano Rajoy, pidió a los manifestantes que mostraran responsabilidad en sus protestas contra la irresponsabilidad de los políticos. Un lema de una manifestación posterior contra la brutalidad policial fue: "somos el pueblo, no el enemigo". Más pronto que tarde, alguien abandonará la inocencia de tal proclama para sacar su consecuencia lógica: vosotros sois los enemigos... del pueblo.
   ¿Significa todo esto que estamos a las puertas de una nueva oleada terrorista? Más aún, ¿forma parte de la misma el ciberterrorismo que se atribuye a grupos como Anonymous? Desde luego, resulta difícil imaginar a estos jóvenes atados a su Blackberry® e incapaces de abandonar su cuenta de Twitter en la clandestinidad que exigen los movimientos terroristas. Por contra, no hay que ser muy perspicaz para imaginarlos detrás de un ataque de denegación de servicio mientras parlotean con sus amigos en el parque. Ahora bien, ¿puede calificarse el hackivismo o, directamente, los ataques atribuidos a Anonymous o Luzlec como ciberterrorismo? Los Estados ya han respondido a esta cuestión.
   Si se analiza fríamente, la respuesta de los sucesivos gobiernos a los movimientos terroristas, siempre parece sobredimensionada. A lo largo de más de cuarenta años, ETA mató unas ochocientas persona, algo así como la mitad de los muertos en carretera el año pasado. ¿Se ha dedicado ochenta veces más dinero, tiempo y personal a mejorar nuestra red de carreteras que a luchar contra ETA? Pues bien, tras la detención (otra vez) de la supuesta cúpula en España de Anonymous, un alto cargo policial declaraba que su desarticulación había costado muchas horas por parte de mucho personal especializado. Es curioso, si alguien publica mis datos personales en la red, a mí me costará considerable tiempo y dinero conseguir, a lo sumo, que esos datos sean descolgados. Ahora bien, si soy un actor que ha puesto su granito de arena en la defensa de la "pobre" industria cultural, la policía, de motu propio, me ahorrará ese esfuerzo y, además, detendrá a los culpables. ¿No se trata, también, de una reacción sobredimensionada?
   Pese a tantas analogías, la respuesta a la cuestión de si Anonymous es un movimiento ciberterrorista, debe ser respondida negativamente. Hace unos cuantos años propuse que la mejor manera de definir el terrorismo era hacer caso de lo que se dice en ese subgénero de literatura fantástica que son los documentos y panfletos de los movimientos terroristas. En no pocos de ellos se afirma que han cometido tal o cual atentado contra este o aquel símbolo de la postergación de los vascos, de la opresión, del capital, etc. La propia víctima era recubierta con todo tipo de simbolismos, tachándolo de "esbirro del capital", "miembro de las fuerzas de ocupación" o, más simplemente, "perro". En base a ello cabía decir que terroristas son todos aquellos que atentan contra símbolos.
   ¿Lanzar un ataque de denegación de servicio contra la página de PayPal es atentar contra un símbolo? ¿Es la página web de PayPal un símbolo de PayPal o, más bien, PayPal misma? ¿Es una página web un símbolo? En general, toda empresa que se precie trata su página web como parte integrante de su imagen corporativa y hacer sinónimos símbolo e imagen es una bonita manera de liar las cosas, pero tiene poco que ver con el comportamiento que desarrollamos respecto de unos y otras. Acaso, se puede acusar a Anonymous de iconoclastas, si bien de un tipo muy concreto pues no tratan de destruir todas las imágenes, sino algunas muy particulares. Aunque, quizás, el calificativo que mejor cuadra con lo que hace es el de ciberguerrilleros, y no el de ciberterroristas.
   Y, sin embargo, sí estamos asistiendo a claros ejemplos de ciberterrorismo, aunque de dirección diametralmente opuesta. El brutal encarcelamiento del soldado Manning, el precioso montaje sexual contra Julian Assange, el propio cierre de Megaupload y la detención de sus propietarios, tienen mucho de castigo ejemplarizante contra algo terriblemente peligroso para los poderes establecidos, que iba tomando cuerpo en Internet. La situación actual de estos personajes se debe, precisamente, al hecho de haberse convertido en símbolos de ese algo. Todavía más claro, cuando el FBI asaltó la página de Rojadirecta, difícilmente pudieron pensar que estaban acabando con semejante fenómeno. Fue, a todas luces, una acción simbólica, para señalar quién era el enemigo a batir y cuál iba a ser a partir de entonces su estrategia en defensa de la sacrosanta industria audiovisual. Efectivamente, estamos viviendo los primeros pasos de un nuevo terrorismo, un nuevo terrorismo que no se ampara en las manifestaciones populares, sino que va directamente contra ellas, porque no es otra cosa que ciberterrorismo de Estado.

domingo, 21 de agosto de 2011

Siria

   Con frecuencia, los países quedan atrapados en su acto fundacional y no son capaces más que de recrearlo una y otra vez bajo diferentes formas. Es el caso de Pakistán y su traumática separación de la India, es el caso de España y la unificación de las coronas de Castilla y Aragón y es caso de Siria y Líbano. Para los sucesivos gobiernos sirios y para una parte de la población libanesa, la frontera que separa a ambos países es, simplemente, un resultado de la frontera que delimitaba los protectorados francés y británico. El panarabismo sirio, sus reyertas con Israel y su intervencionismo en Líbano son tres aspectos de esta fijación. Pero, cuando se plantean de este modo las cuestiones, acaban por no ser nunca unidireccionales y así llegamos a la situación actual.
   Siria es un Estado autoproclamado socialista, con lo que tiene el dudoso honor de ser la primera monarquía republicana y socialista de la historia. Aunque suene raro, existen numerosos ejemplos de esta suerte de oxímoron. Napoleón, por ejemplo, fue emperador de una república y, en tiempos más recientes, Corea del Norte es una monarquía comunista. Otro caso es Grecia, una república parlamentaria con una familia real, los Papandreu que, cada cierto tiempo, heredan el cargo de presidente del PASOK y, a la corta o a la larga, de Primer Ministro. El trono sirio está ocupado por un tipo que es mismamente el príncipe Felipe pero con bigote y expresión mucho más aviesa.
   A raíz de las recientes revoluciones mediterráneas (porque ni en España ni en Israel ha habido muchos árabes en las manifestaciones), una parte de la población siria ha llegado a la conclusión de que ellos también quieren democracia y libertad (por cierto, a los que ya no somos jóvenes, ese grito de "democracia y libertad" nos suena de algo ¿verdad?) Pero Siria no es España, ni Israel, ni Egipto y ni siquiera Libia. Tiene un ejército que durante cuarenta y tantos años se ha estado entrenando, se suponía que para la liberación de los Altos del Golán, pero que ahora está claro para qué lo hacía. Si hemos de creer las noticias que llegan desde el interior del país, ese ejército lleva más de cinco meses disparando contra la población civil y arrasando ciudades. Si hemos de creer a la prensa oficial, está defendiendo a la población de bandas armadas que la masacran, pero que se dejan filmar tan ricamente cuando se acerca la televisión estatal. Juzguen Uds. mismos. Yo suelo creerme muy pocas de las cosas que dice una televisión estatal, sea del país que sea. Alguien que sabe que unidades del ejército van a asaltar su ciudad, que sabe que va a morir en el anonimato, que sabe que después de cinco meses la situación no avanza y que, aún así, está dispuesto a salir a la calle para manifestarse, merece respeto, admiración y apoyo. Respeto, admiración y apoyo que, desde luego, no les están llegando de las muy libres y democráticas sociedades occidentales.
   Las muy libres y democráticas sociedades occidentales están mirando hacia otro lado, como miraron en el caso de Bahrein y como ya habían hecho algo antes en el caso de Tian’anmen. Y es que, ya se sabe, la democracia y la libertad están muy bien para Europa, porque aquí está claro que no van a entrar en conflicto con otra libertad más importante, la del mercado, pero para otros países... Verdaderamente, ¿qué situación más beneficiosa para los intereses occidentales puede esperarse en Siria que la dictadura de este sátrapa? Francia y Estados Unidos parecen haber llegado a un acuerdo tácito con él por el que sus tejemanejes en Líbano se van a hacer ahora bajo una pátina democrática, es decir, cada uno apoyará a sus aliados políticos. Para Israel, los Asad desde la Guerra del Yon Kipur, son una perita en dulce. Mantienen el control de los Altos del Golán, desde los que se domina el camino hacia Damasco sin mayores sobresaltos. Cuando sacan un poco los pies del tiesto, les bombardean una central nuclear y ni rechistan. Es cierto que, de vez en cuando, les azuzan a las milicias de Hezbollah, pero eso está incluso bien si se pueden ocultar escándalos políticos, problemas económicos y crisis sociales con un buen bombardeo del sur del Líbano. A todo ello hay que añadir que, con el actual Asad, ha habido una liberalización económica que a todos ha interesado.
   Este es el punto en el que el intervencionismo sirio en Líbano obtiene su justo reflujo. Para empezar, se rumorea que si los opositores al régimen poseen teléfonos por satélite y acceso a Internet es gracias a poderosos hombres de negocios libaneses con poco apego por Siria. Además, el tipo con la cara del príncipe Felipe estreñido, sigue en el poder porque las clases medias de Siria y una buena parte del ejército (junto con las potencias occidentales), temen que su desaparición conduzca a una libanización de Siria, con partidos encerrados en sus comunidades étnicas y/o religiosas y la constante amenaza de una guerra civil.
   Todos los dictadores juegan con el fantasma de una guerra civil y a todos ellos se los mantiene en el poder porque la democracia no está hecha para... Libia, Egipto, Siria... España. ¿Se acuerdan? Los que ya vamos cumpliendo más años de la cuenta, recordamos que también los gritos pidiendo democracia y libertad en España solían obtener la réplica de que la democracia y la libertad no estaban hechos para los españoles. Los únicos que parecen haber creído en el derecho de cualquier pueblo a la democracia y la libertad han sido los "facinerosos" de Anonymous, que hace ya meses lanzaron un raid contra las páginas web de las embajadas sirias en Europa. Triste destino el de nuestras democracias ciertamente, si los únicos que defienden su exportación a otros países son los que se hallan en el límite de su legalidad. Y si la pregunta es "¿qué puedo hacer yo?" la respuesta es, como siempre, muchas cosas, empezando por aquí.

lunes, 13 de junio de 2011

Somos un ejemplo a seguir

   Hará unas cinco horas, la policía turca ha detenido a 32 supuestos miembros de “Anonymous”, en una operación que no ha hecho más que empezar, pues afirma tener una lista de hasta 250 personas por detener. Hay que recordar que Turquía acaba de pasar un proceso electoral en el que se jugaba que el partido islamista en el poder rehiciera la Constitución a su antojo. Hay que recordar, también, que este proceso electoral se ha desarrollado con la presencia de sus propios “indignados”. Y hay que recordar, por último, que no ha hecho más que seguir el camino iniciado por otra democracia mínima: España.
   En una meritoria acción, la policía española desarticuló el pasado viernes a la cúpula de Anonymous, que después resultó ser la cúpula de Anonymous en España, que después resultaron ser tres administradores de chats en los que se había jaleado a Anonymous. Entre los indicios de sus actividades criminales, la policía halló un servidor y que dos de ellos carecían de conexión a Internet en sus casas. Al parecer administraban sus respectivos chats desde la conexión wifi de sus vecinos. No debe pasarse por alto el mérito que implica el hallazgo de estos indicios. O bien la policía ha descubierto que lo que afirman las empresas que instalan redes wifi, a saber, que son invulnerables, es falso, o bien la policía ha descubierto dos genios. En cualquier caso, conozco a más de una empresa que los contrataría.
   Entiéndaseme, soy un ciudadano respetuoso de la ley. Si en este país meterse en la red del vecino y tener servidores para actividades alegales lo convierte a uno en sospechoso, que se investigue a todos lo que lo hagan. Lo que no estoy seguro es de si la policía tiene efectivos para hacer todos los seguimientos que tendría que hacer.
   Los facinerosos han sido acusados de entregar documentos clave para la seguridad del Estado a los terroristas, cargo que, como se aclaró después, consistía en meter en foros proetarras datos de políticos y altos cargos de seguridad y que después consistió en que, alguien que participaba en los chats administrados por ellos, propuso hacer algo parecido a lo que acaban de hacer los de Lulzsec. Igualmente se los acusa de asociación ilícita, interrupción de sistema informático ajeno y atacar las páginas de Sony, cargo que después se transformó en atacar la tienda online de Sony. También meritorio, primero porque Anonymous ha negado cualquier relación con el ataque a Sony, segundo porque la propia ley Sinde es una manera de interrumpir un sistema informático ajeno y tercero porque, hasta donde yo sé, ningún tribunal ha declarado que Anonymous sea una asociación ilícita. Pero lo que de verdad va a tener mérito es que la policía logre convertir todo esto en algo llevable a juicio. Especialmente si topa con uno de esos jueces que hay por ahí, que van entorpeciendo la acción policial con fruslerías como que no se puede condenar a alguien sin pruebas.
   Anonymous ha respondido de un modo muy claro. Nada de las amenazas que suelen utilizar los gobiernos, una simple advertencia: “espérennos”.  En lugar del secretismo de las motivaciones políticas, una convocatoria en la plaza virtual de Twitter. Y, finalmente, la respuesta, la página de la policía cayéndose mientras a nuestras autoridades se les quedaba la cara que se merecen. Este gobierno es hasta tal punto capaz de hacer el ridículo que, frente a ellos, la gente de Anonymous parece gente seria.
   Quiero imaginar que si la policía hubiese estado gastando el dinero público en seguir las andanzas de tres ciberactivistas hasta encontrar algo de lo que acusarles, lo habría ocultado de un modo menos burdo. Pero si no me imagino eso, me veo obligado a vincular esta chapuza policial con las desproporcionadas actuaciones que ocasionaron los cuerpos de seguridad del Estado el pasado día 11 en Madrid, Vitoria, Logroño, Sevilla... y que ya habían tenido su prólogo en Valencia. Todo parece señalar que nuestras autoridades han decidido mandar un claro mensaje a la población: “votad si queréis, pero ¡callaros ya! Y quien no se calle que hable... con la policía”. Han esperado a que desaparecieran las grandes aglomeraciones para dejar una advertencia de lo que se avecina si los ciudadanos osan alzar la voz de aquí a la próxima convocatoria electoral. El movimiento 15M ha mostrado cordura quitándose de debajo de los focos, se acercan tiempos difíciles. Tiempos como los que dieron lugar, en la mente de Alan Moore, a “V”, el misterioso personaje que se ocultaba bajo una máscara de Guy Fawkes. Curiosamente la máscara  que se ha convertido en el símbolo de Anonymous.