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domingo, 27 de agosto de 2017

Barcelona (2 de 2)

   En cuanto se produce el atentado de Las Ramblas, los Mossos d’Escuadra ponen en marcha la “operación jaula”, que no impide que el conductor de la furgoneta, se baje de ella y, paseando tranquilamente, desaparezca sin dejar rastro. La “jaula” era tan eficaz que esa tarde, un vehículo se salta un control policial hiriendo a un agente. Será tiroteado, abundantemente, con posterioridad y aparecerá, al fin, abandonado, con un cadáver en su interior. Cadáver que, primero, es el del conductor, muerto por los disparos de la policía en un incidente que no había tenido nada que ver con el atentado. Después resulta que “el conductor” apareció en el asiento de atrás y que no había sido alcanzado por los disparos sino apuñalado. Finalmente resulta que sí, que se trata de algo relacionado con el atentado. A estas alturas, los Mossos d’Escuadra ya han recalificado el “accidente” de Alcanar como algo relacionado con lo ocurrido en Las Ramblas. Ramblas que la policía se ha molestado en desalojar, mientras los terroristas van y vienen por media Cataluña con un número indeterminado de vehículos sin que nadie sea capaz de interceptarlos.
   Reaparecen cinco de ellos a la una y cuarto de la madrugada en Cambrils, 118 kilómetros al sur de Barcelona y 89 al norte de Alcanar, paseando tranquilamente por el paseo marítimo, apretujados cual sardinas en un Audi A3. Se topan con un control policial rutinario que, una vez más, no es capaz de detenerlos. Arrollan el vehículo policial hiriendo a uno de los agentes, la otra agente desenfunda su pistola y mata a cuatro de ellos parece que sin muchos problemas ni miramientos, aunque no puede evitar que una mujer sea apuñalada en el intervalo. El quinto será abatido poco después en un vídeo que ha dado la vuelta al mundo. En él, un tipo, obviamente, fuera de sí, parece querer decir algo y hace caso omiso de las instrucciones policiales. Se oyen disparos para dar y repartir, pues si algo ha quedado demostrado es que los Mossos d’Escuadra, preparación no, pero munición tienen en abundancia. Uno de ellos parece impactar en el terrorista. “Ya está”, se oye nítidamente. El sujeto vuelve a levantarse, cruza la carretera por el paso de cebra y la policía le suelta dos o tres disparos más. La escena ha sido grabada a pocos metros de distancia por parte de alguien de habla inglesa.
   Veamos, el manual al uso de la policía dice, o debe decir,  que ante un presunto terrorista con un cinturón explosivo hay que dispararle, lo más pronto posible, a la cabeza, sin más historias. De haber llevado un cinturón explosivo de verdad, los policías y el sujeto de la cámara habrían saltado por los aires antes de empezar a grabar. Por tanto, tenga o no un cinturón explosivo, ningún ciudadano, turista o curioso en general, debe estar a esa distancia de los hechos bajo ningún concepto. Y si los policías estaban seguros de que el cinturón explosivo era de pega tenían que hacer lo que hizo la policía de Finlandia al día siguiente en unas circunstancias semejantes: disparar a las extremidades para desarmarlo. Entre otras cosas, porque, en contra de la creencia popular, algunos de estos tipos tan convencidos y tan fanáticos, cambian sorprendentemente de actitud cuando llevan 48 horas en el calabozo.
   Por si acaso el vídeo no hubiese dejado claro que las fuerzas del orden público no están preparadas para circunstancias como estas, los Mossos d’Escuadra, se dedican a escribir un auténtico manual de desinformación. Difunden fotos de presuntos integrantes del comando huidos, algunos de los cuales ya están muertos. Al autor “sin duda” de la matanza de Las Ramblas, que “permanece huido”, se lo identifica horas después como uno de los que cayó en el asfalto de Cambrils. Dado que no hay manera decente de explicar que escapase de la “jaula perfecta" tendida por la policía, “pierde fuerza” la hipótesis de su participación en el atentado de Barcelona. El imán, jefe del grupo, “activamente buscado”, entre otros sitios, en su casa, aparece bajo los escombros de Alcanar, donde había no un muerto, como se dijo inicialmente, sino dos. El Consejero de Interior de la Generalitat, que todavía no sabe si la célula ha sido desarticulada o no, si el conductor de Las Ramblas ha sido identificado o no, si hay terroristas circulando por ahí o no, se ha molestado en averiguar que en el atentado murieron, desgraciadamente, “dos personas catalanas” y algunos miembros “del país vecino”, información ésta que ignoramos si la obtuvo directamente de los apellidos de cada cual o si desvió recursos humanos de la investigación antiterrorista en curso para verificar realmente sus lugares de residencia. Ya que explicar cómo hasta doce terroristas con explosivos, armas y deseos de matar transitaron sin problemas por media Cataluña antes y después del atentado de Las Ramblas provocaría sonrojo ajeno (ellos son incapaces), se alude “a que habían recibido un exhaustivo entrenamiento”, lo cual no hace sino arrojar más leña al fuego de la inoperancia policial. Hasta qué punto el entrenamiento fue “exhaustivo” puede verse en el vídeo, donde, de no indicársenos qué estamos viendo, confundiríamos al terrorista con un borracho o drogadicto más de los que pululan por las noches costeras españolas. Hasta qué punto el ISIS puede proporcionar un entrenamiento “exhaustivo” nos lo muestra su reivindicación de un atentado, que las autoridades rusas tratan como el acto de un enfermo mental, ¡en Siberia! De hecho, un periodista alemán que no tuvo muchos problemas para entrar en contacto con ellos por Internet haciéndose pasar por candidato al “martirio”, narra que le pidieron actuar “cuanto antes”, “contra no importa qué” y que si dejaba algún testimonio de su acción, que dijese que “se lo había ordenado el emir del califato”.
   Cuatro días después, el que ahora es señalado como “autor material con toda seguridad” de la matanza de Las Ramblas, es identificado en Subirats, a 50 Km de Barcelona. Tiene muchas cosas que contar. Tiene que contar cómo si a las autoridades “no le constaba” que estuviese armado al bajarse de la furgoneta, pudo apuñalar a una persona. Tiene que contar cómo pudo escapar de la “jaula”, de los controles policiales y de una auténtica balacera. Tiene que contar si de verdad él conducía la furgoneta o no. Tiene que contar dónde consiguió un cinturón explosivo que no se aprecia en ninguna de las grabaciones que nos han mostrado. Tiene que contar dónde y con quién ha estado esos cuatro días. Pero, sobre todo, tiene que contar cómo un imán que hizo sonar todas las alarmas en Bélgica nada más puso el pie en el país, convenció, reclutó y dirigió a un grupo de jóvenes en Cataluña, moviéndose a sus anchas sin despertar la menor sospecha. Como digo, “no consta” que estuviese armado. Si lleva un cinturón de explosivos, con toda seguridad, será tan falso como el que llevaban los de Cambrils. Y, por encima de todo, tiene muchísimas cosas que contar, así que, según la versión oficial, la policía lo rodea y lo mata disparándole un número indefinido de veces.
   Después del despropósito informativo que hemos vivido, después de quince víctimas inocentes y un centenar largo de heridos que volverán a revivir cada día los atentados, después de tanto papanatas como puebla los cargos de responsabilidad de este país y, todavía más, los del futuro país vecino, hay algo que podemos tener claro: si no hemos vivido una cosa así antes, ha sido por suerte; si no hemos vivido una catástrofe mayor, ha sido por pura suerte; y si el futuro no nos depara algo que deje lo ocurrido en poco más que una anécdota, se deberá o bien a que, por fin, habremos mandado al paro a tanto inepto como nos gobierna, o bien a la lisa y llana suerte. 

domingo, 11 de junio de 2017

El descontrol del control.

   El pasado 22 de marzo, un sujeto recorrió el puente de Westminster a más de 100 Km/h atropellando a cuantas personas pudo para empotrarse posteriormente contra la verja del Parlamento. Cuando la policía salió a su encuentro, apuñaló a uno de los agentes y fue abatido por otro. El asesino adoptó por nombre Khalid Masood tras convertirse al Islam, habiendo nacido como Adrian Russell Ajao. Casado y con tres hijos, había sido fichado por la policía y condenado en varias ocasiones por agresión, tenencia de armas y delitos de orden público. La última condena databa de 2003. Había sido investigado por la inteligencia británica y por el MI5 en relación con sus contactos con sectores extremadamente violentos del islamismo radical, pero se lo dejó tranquilo por considerarlo un elemento periférico carente de mayor peligro. Como es habitual, en cuanto se enteró por las noticias de que el gobierno británico trataría lo ocurrido como un atentado terrorista, el ISIS lo reivindicó como una acción propia.
   El 22 de mayo, a la salida del concierto de la otrora estrella infantil Ariana Grande, un terrorista suicida hace explotar una carga con metralla matando a 22 personas e hiriendo a 59. Este atentado sigue un modelo de actuación sobre aglomeraciones ampliamente utilizado por el terrorismo suní contra chiíes en Oriente Próximo y contra la población en general por Boko Haram en Nigeria entre otros. Los medios de comunicación publican que el autor, Salman Abedi, llamó a su madre para “pedirle perdón” antes del atentado. Su familia había regresado a Libia de donde era originaria, pero Salman, excusándose con un viaje a La Meca, volvió a Manchester, la ciudad de su infancia, para cometer el atentado. Testigos que aseguraban conocerle relataron que tuvo problemas para adaptarse al estilo de vida occidental, sus relaciones familiares resultaron tortuosas y sus padres trataron varias veces de llevárselo a Libia. El motivo lo cuentan otros testigos, Abedi no escondía su “apoyo al terrorismo” y con frecuencia señalaba lo positivo que resultaba “ser un atacante suicida”. Sus declaraciones no debieron parecer la típica baladronada adolescente porque hasta dos personas parecen haber llamado a la línea de la policía para advertir de sus puntos de vista. En sus últimos tiempos en Manchester le dio por rezar a gritos en mitad de la calle. Gracias a las filtraciones de los servicios de información norteamericanos sabemos que el dispositivo que utilizó para activar la bomba no era el típico interruptor, sino que más bien parecía una ficha con circuitos, algo compatible con la idea de que fue accionada a distancia, siendo Abedi una simple mula de carga. La propia elaboración del explosivo, así como la selección de la correspondiente metralla, muestra una naturaleza elaborada que responde a una red más bien amplia, asentada y estructurada. De hecho la policía ha detenido a más de 20 personas en relación con este atentado. El ISIS lo reivindicó en cuanto los periódicos de todo el mundo hubieron recogido la noticia.
   El 3 de junio, sábado por la noche, un grupo de tres terroristas, cruza el puente de Londres atropellando a todo el que puede. Tras dejar inutilizado el vehículo se dirigen a Borough Market atacando con cuchillos a los clientes de restaurantes y viandantes. Uno de ellos es Ignacio Echeverría, joven español nacido en el Ferrol. Licenciado en derecho, hablaba cuatro idiomas y trabajó en varios bancos españoles nada menos que vigilando la posible naturaleza delictiva de transacciones financieras internacionales. Tenía ideas propias, cierta tendencia a defenderlas frente a cualquiera y no era de los que reía los chistes de los jefes. Obviamente con tales credenciales terminó donde únicamente puede terminar alguien así en este país, en la cola del paro. Decidió probar fortuna en Londres. El todopoderoso HSBC lo contrató en cuanto llamó a su puerta. Armado con un patinete (sic) se lanzó contra los terroristas cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando. Su arrojo le costó la vida. Unos minutos después la policía llegó al lugar de los hechos, tras disparar 50 tiros, acabó con los terroristas. En cuanto el gobierno británico hizo público que trataría el incidente como un atentado y pese a los contactos de varios de los atacantes con Al-Qaeda, el ISIS lo reivindicó como propio.
   Los terroristas fueron identificados como Youssef Zaghba, Khuram Shazad Butt y Rachid Redouane. Youssef Zaghba, nacido en Marruecos, era hijo de una ciudadana italiana convertida al Islam. En 2016 fue detenido en el aeropuerto de Bolonia. Había comprado un billete sólo de ida para Turquía y viajaba sin equipaje, apenas con algo de ropa en una mochila y un móvil lleno de vídeos de decapitaciones. La policía italiana, sospechó que de Turquía pretendía viajar a Siria como tantos otros y no le perdió la pista a partir de entonces. Avisaron a las autoridades británicas de que Zaghba pasaba a su territorio. 
   Khuram Sazad Butt, figuraba en el círculo de Anjem Choduray, predicador que cumple condena por incitación al terrorismo. Expulsado de dos mezquitas por sus reiterados enfrentamientos con los imanes, había sido denunciado varias veces en la línea telefónica de la policía británica por sus ideas radicales. Una de las llamadas hacía referencia a una charla que mantuvo en un parque con un grupo de jovenzuelos ante los que sostuvo que “estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por Alá, incluso matar a mi madre”. Acostumbraba a ofrecer caramelos a los niños a cambio de adoctrinarlos. Un mes antes del atentado la policía debió tener indicios suficientes de que algo estaba ocurriendo porque sometió a un estrecho marcaje a los habitantes del barrio donde vivía, obviamente, a todos ellos, en tanto que comunidad, para que todo el que pudiera se radicalizara aún más.
   Rachid Redouane había luchado contra Gadafi en una milicia que acabó afiliándose al yihadismo y enviando reclutas a Siria. Sus contactos con Abedi no están claros pero en Londres residía en el mismo barrio que Sazad Butt, además de haber pertenecido también al círculo de Choduray. Un equipo de las fuerzas especiales de la policía irrumpió en la casa de Redouane en Irlanda y detuvo a su esposa, de la que ya se había separado. En su declaración ante la policía, reconoció que Reduane le pegaba y que prohibía a su hija ver la televisión para que no se volviera gay.
   Recordemos, en Gran Bretaña hay una cámara de seguridad por cada sesenta habitantes. Según fuentes oficiales, existen ahora mismo abiertas 500 investigaciones no relacionadas con estos hechos que involucran al menos a 3.000 personas. El pasado año la cifra de investigados por sus relaciones con el terrorismo superaron ampliamente los 20.000 individuos. Los últimos gobiernos conservadores recortaron el presupuesto de la policía en más de 600 millones de libras. Por otra parte, Gran Bretaña es un miembro destacado de la alianza Cinco Ojos (FVEY), lo cual significa acceso ilimitado a todas las comunicaciones de sus nacionales interceptadas por la NSA. ¿Qué significa 600 millones de libras menos para investigar a 20.000 personas por año? Muy fácil, significa sacar a policías de las calles y sustituir su labor por la vigilancia electrónica, muchísimo menos controlable desde un punto de vista jurídico. 20.000 personas por año ven violada la intimidad de sus comunicaciones para que terroristas como Masood, Abedi, Zaghba, Shazad y Redouane puedan seguir exhibiendo su radicalismo en calles y parques sin que nadie los vigile. ¿Cómo se podrían haber evitado estos atentados? Ya lo ha dicho Sadiq Khan el alcalde de Londres y su guante ha sido recogido por la Sra. May: hace falta más dinero para policías, hace falta interceptar más comunicaciones, hay que investigar a 30, 40, 50.000 personas por año, hay que seguir violando sistemáticamente la intimidad de los ciudadanos, nadie se quejará ahora que tiene metido el miedo en el cuerpo. En definitiva, se necesita más, más control de la población.
   ¿De verdad que promover que unos vecinos denuncien a otros, un clima de sospecha generalizado, la estigmatización del Islam, de barrios enteros de las grandes ciudades, evita atentados? ¿De verdad que controlar nuestros viajes, nuestros desplazamientos, nuestros paseos, evita atentados? ¿De verdad que inmiscuirse en nuestras llamadas telefónicas, en nuestros mensajes electrónicos, en nuestras comunicaciones, evita atentados? ¿De verdad que tenernos a todos fichados, clasificados, etiquetados, evita atentados? ¿No será justo al revés, que los atentados constituyen la excusa perfecta para tenernos a todos vigilados minuciosamente? Infiltrar a los movimientos terroristas fue una táctica que derrotó al anarquismo violento del siglo XIX, al IRA y a ETA, entre muchos otros. ¿Cuántos movimientos terroristas ha conseguido derrotar veinte años de vigilancia electrónica?

domingo, 24 de agosto de 2014

Irak o de la codicia

   En 2003, Errol Morris dirigió The Fog of War, un documental largo, basado en una exhaustiva entrevista con Robert Macnamara (no confundir con su tocayo, Fabio, que cantaba con Almodóvar ataviados ambos con faldas), Secretario de Defensa de los EEUU entre 1961 y 1968, es decir, durante la escalada de la guerra de Vietnam. Macnamara, que venía de la Ford, llevó a las junglas asiáticas los procedimientos que habían permitido aumentar la producción de coches. Cuarenta años después, seguía mostrando su extrañeza porque el aumento de producción de muerte en Viertnam no hubiese conducido a la victoria. Menciono esto porque he visto anunciado un documental que pretende hacer algo parecido con Donald Rumsfeld. En él se puede ver al bueno de Donald sonriendo y encogiéndose de hombros mientras declara que, por errores de inteligencia, resulta que en Irak no había armas de destrucción masiva. Desde luego, es un ejemplo perfecto de “fog of war”, de niebla de la guerra, de cómo se puede seguir retorciendo una mentira, veinte años después, para que nadie se pregunte dónde está la verdad.
   Donald Rumsfeld y Dick Cheney son dos buenos prototipos de algo que todos conocemos, desalmados que entran en política con el único fin de hacer negocios. Si eso ocurre en un país como España, a lo que se llega es a que se le pase al Ayuntamiento de turno una factura de diez mil euros por poner un parquecito infantil con columpios que cuesta seis mil. Pero si de lo que estamos hablando es del Imperio, entonces el dinero se consigue a base de defenestrar países enteros y, con ellos a sus habitantes. Rumsfeld y Cheney llevaron a cabo un adelgazamiento brutal del ejército de los EEUU con el único fin de que muchas de sus labores fueran externalizadas en forma de jugosos contratos, particularmente hacia Halliburton, empresa que los ha tenido a ambos en nómina desde hace medio siglo. Obviamente, los réditos que podían obtener por ello se multiplicarían si, en medio de tal proceso, se declarara una guerra. Hicieron, pues, todo lo posible por encontrar una y, no hay que decirlo, la consiguieron. Convirtieron una dictadura feroz en una pesadilla sin fin.. Al primer acto de este proceso se le conoce como “guerra de Irak”. Rumsfeld llevó a cabo una incansable labor vendiéndola como una guerra barata, rápida y que proporcionaría un botín desbordante para todos sus amigos, desde la industria armamentística hasta las compañías petrolíferas, sin olvidar que Sadam Husein poseía un arsenal biológico que en cualquier momento podía usar, es decir, sin olvidar que también subirían las acciones de las empresas farmacéuticas con las que siempre ha tenido tan buenos contactos. El mismo “error” de disolver el ejército iraquí, tantas veces reseñado, fue, en realidad, un producto más de la codicia de estos personajes, que vieron en tal decisión la oportunidad para aumentar sus beneficios contratando empresas para formar y equipar al nuevo ejército. Y otro tanto cabe decir de la “arriesgada” decisión de equipar las tribus suníes del Norte.
   Los primeros enviados del gobierno norteamericano que llegaron a Irak intentando engrosar su curriculum y no su cuenta corriente, descubrieron muy pronto que era imposible lograr la menor apariencia de normalidad sin el beneplácito de Teheran, cuyos servicios secretos han penetrado hasta el tuétano la nueva administración iraquí. Desde entonces, los antaño archienemigos, tratan de buscar un terreno de entendimiento. EEUU quiere irse de Irak ahora que ya ha esquilmado todo lo que podía. La condición es que el país permanezca unificado para dar la apariencia de que no ha hecho lo que realmente ha hecho. A Irán la integridad o no de su vecino le importa relativamente poco. Lo que le interesa es que nunca más vuelva a ser un país estable. Más allá de la retórica acerca de la protección de los chiíes y sus santos lugares, temen a un rival con el que ya han tenido varias guerras y, sobre todo, la posibilidad de que los chiíes encuentren la manera de vivir en paz libres de la teocracia de los ayatolás. De ninguna manera puede desvincularse de los intereses iraníes la veloz retirada del ejército ante el avance del Estado Islámico. Un ejército, no lo olvidemos, formado en su mayoría por chiíes, bajo el mando de oficiales chiíes y de unas autoridades civiles chiíes. De hecho, ésta es la única manera de explicar ciertas bombas colocados en barrios ferreamente controlados por milicias chiíes y sistemáticamente atribuidos a suníes.
   Pero este bonito vals de los enamorados entre los antiguos enemigos es contemplado con preocupación por una serie de invitados que no quieren ser de piedra. Nuestros buenos amigos, las monarquías del golfo, han inspirado y financiado generosamente ese Estado Islámico cuyos métodos merecieron una reprimenda nada menos que de la dirección de Al Qaeda. No está claro si se ve en ellos lo que el wahabismo haría de no impedírselo las buenas costumbres o es que más terror que su salvaje proceder causa la idea de acabar teniendo frontera común con Irán. En cualquier caso, sólo los kurdos parecen ahora preparados para hacer frente a esta horda salvífica. Desde luego, sus servicios no serán gratis. Ya tienen los campos petrolíferos de Kirkuk y una salida al mar para su petróleo, conseguida gracias a arrojar a los cascos de los caballos turcos a sus correligionarios del PKK. Muy pronto tendrán la independencia, saludada con entusiasmo por todos aquellos que ven la oportunidad de renovar los negocios hechos en Irak a cambio de muertos.
  Si Ud. es un padre de familia iraquí, que sólo desea vivir en paz y que sus hijos vayan a la universidad, a estas alturas habrá visto su casa destrozada por los tanques norteamericanos, sus hijos reventados por los coches bomba de las guerras sectarias y la vida de lo que queda de sus seres queridos amenazadas con el degüello por quienes vienen ofreciendo el paraíso. Y todo con el fin de que las cuentas corrientes de Rumsfeld, de Cheney y de su camarilla pase de los cientos de miles a los cientos de millones de dólares.