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domingo, 4 de octubre de 2015

Das Auto (2. VWexit)

   El 22 de septiembre de 2004, el gobierno griego reconoció que había estado falseando los datos del déficit público, al menos, desde el año 2.000. Fue el inicio de una cuesta abajo en la que el euro ha acabado estando al borde del abismo. Desde el principio, Alemania, cuya banca tenía la mayor parte de los bonos griegos en manos extranjeras, adoptó la idea de que Grecia debía pagar por lo que había hecho, sometiéndose a una cura de adelgazamiento que devolviera al sector público el tamaño macroeconómico que, sobre el papel, debía tener. En la práctica eso significaba retirar de la circulación un monto equivalente a lo que se debía pagar a la banca alemana, por lo demás, bastante maltrecha. Para el ciudadano de a pie lo que se le venía encima era una letal mezcla de paro, disminución o desaparición de las ayudas públicas e incremento de tasas en todos los sectores o, si lo quieren de un modo resumido, la miseria para unas cuantas de generaciones. Reiteradamente, cuatro locos argumentaron que la austeridad conduciría al desastre en los países periféricos primero, pero, a medio plazo, allí de donde procedían buena parte de los bienes industriales que éstos compraban, es decir, Alemania. El gobierno de Frau Nein, por su parte, argumentó "desde la más pura ortodoxia económica" que “los griegos”, no su gobierno o sus políticos, sino todos ellos, habían mentido, habían jugado con la buena fe de los europeos, se habían estado llevando subvenciones y ayudas utilizando la más ruin de las mendacidades y que, por tanto, debían pagar. No había pues, inocentes en esta guerra, nadie que mereciera el perdón. Cada anciano que cobrase pensión, cada niño que tuviera que ir a la escuela pública, cada joven que se encontrase en el paro indefinido, estaba, simplemente, sufriendo el justo castigo de su pecado original. Cuando Super Mario Draghi acabó dándole la razón a los cuatro locos que clamaban en el desierto, lo tuvo que hacer rompiendo la sagrada regla de la unanimidad que había regido la toma de decisiones en el BCE, pues los cargos nombrados por el gobierno alemán seguían obstinándose en que, quien la hace, la paga.
   Ahora tenemos que la joya de la corona de la industria alemana, el grupo Volkswagen, ha mentido ruinmente en un intento nada disimulado por alcanzar cuanto antes el puesto de empresa que más coches vende en el mundo al servicio de la supremacía (automovilística) alemana. Resulta, que ha estado falseando datos, informes e informaciones, que ha llegado a diseñar un programita que mintiese sistemáticamente, que ha dedicado lo mejor de sus capacidades ingenieriles al lucrativo quehacer de los trileros. Resulta que, en sólo dos días y exclusivamente en capitalización bursátil, ha perdido más dinero de todo el que defraudaron los griegos durante cinco años. Resulta que, al menos una quinta parte de lo que se ha perdido, es propiedad del pueblo alemán, quiero decir, de los ciudadanos que pagan impuestos, pues ése es el porcentaje de activos que tiene el Land federal de la Baja Sajonia en la empresa, sin mencionar el que tienen otros Länder y ayuntamientos. Resulta que, comparados con sus propios compatriotas, el dinero alemán que han dilapidado los griegos acabará por ser calderilla de la antigua. Resulta que el cacareado ecologismo germánico es un simple eslogan para vender más y forrarse el riñón. 
   Si “el que la hace la paga”, VW tendrá que desinstalar el sofware ilegítimo de los 11 millones de coches en los que los ha instalado. Tendrá, igualmente, que remozar el motor de estos vehículos para que tal procedimiento no acabe por suponer una pérdida de potencia en dichos motores. Tendrá que apechugar con las demandas de quienes, pese a ello, se sientan estafados por la empresa. Tendrá que pagar las multas correspondientes en todos y cada uno de los países en los que ha infringido la ley y tendrá que hacer todo ello sin ayuda ninguna de las autoridades alemanas. La excusa de que hacer todo esto reduciría a VW a la insignificancia, que muchísimos trabajadores se verían abocados al paro, que sus familias, inocentes, se verán afectadas, no debe significar nada, como no lo significó en el caso del pueblo griego.
   ¿Será ésta la postura que adopte, realmente, el gobierno de Frau Nein? El ministro de finanzas alemán, el otrora dóberman durante la crisis griega, Herr Schäuble, ya ha advertido que, cuando esto termine, todo habrá cambiando en VW. Y su canciller, Frau Nein, ha apostillado: “para que todo siga igual”. El gobierno alemán no va a actuar como imparcial juez en esta descomunal estafa, va a “colaborar con VW”, para que sus trabajadores no se vean afectados. Se trata de un timo organizado y orquestado por los directivos de la empresa y, a diferencia del caso griego, son ellos y exclusivamente ellos, los que han de pagar las consecuencias. Consecuencias que no serán penales, pues la fiscalía de Braunschweig, que afirmó haber abierto una investigación contra el anterior jefe de VW, acaba de “descubrir”, previa llamada de la cancillería de su país, que, en realidad, no lo está investigando, ni a él ni a ningún directivo. Sus pesquisas se dirigen, únicamente, contra “empleados responsables”, gente lo suficientemente escasa en número como para no perder muchos votos y lo suficientemente alejada de las instancias en las que se toman decisiones como para no tener mucho que contar acerca de quién sabía qué. 
   Una de las cosas que caracteriza a la mentalidad alemana es asumir en todo momento que los argumentos y justificaciones que sirven para apoyar sus intereses no valen para el resto de la humanidad. Hay una lógica y unos hechos válidos cuando se trata de explicar por qué los alemanes hacen o quieren algo y otra, toto caelo diferente, cuando se trata de lo que el resto de no alemanes hacen o quieren. Afortunadamente, Europa no es un conjunto de Estados sometidos a Alemania. Estamos dotados de gobiernos fuertes y democráticos que harán todo cuanto esté en sus manos para defender los intereses (y la salud) de sus ciudadanos y no lo intereses de grandes corporaciones o de potencias extranjeras, ¿verdad que sí?

domingo, 25 de enero de 2015

Cuando todo son buenas noticias

   El pasado jueves 22 de enero, me quedé estupefacto al ver la portada de la edición electrónica de El País. En ella podían leerse las siguientes noticias:
   1ª) El año 2014 terminó con una disminución en 477.900 personas del número de parados, dejando la tasa de paro en un 23,7% de la población activa. Desde hace más de siete años, la tasa de paro no ha hecho otra cosa que escalar hasta cotas insoportables por cualquier país decente. Por si fuera poco, uno de los sectores en que disminuyó significativamente el paro fue en la construcción, motor de la economía de este país en las últimas décadas. Pese a que la bolsa de parados sigue siendo astronómica y es poco probable que la mayoría de ellos encuentre trabajo en los próximos doce meses, sin duda, estamos ante una noticia positiva.
   2ª) El turismo rompe todos los récords históricos con casi 65 millones de turistas. Junto con la construcción, el otro sector tradicional de crecimiento de nuestra economía siempre ha sido el turismo. Nuestro modelo productivo es el sol, la playa y los hoteles desde hace más de cincuenta años y todo el tiempo transcurrido, toda la modernización de la que, se supone, hemos sido objeto y todas las proclamas de los sucesivos gobiernos no han cambiado eso. Vamos camino de un ciclo de crecimiento basado en otra burbuja inmobiliaria, que explotará en diez o quince años para volver a donde estamos ahora mismo. No obstante, la llegada de turistas es una buena noticia desde los tiempos de Franco.
   3ª) El Banco Central Europeo va a comprar títulos de deuda pública de los países con problemas. Super Mario Draghi, al fin, se ha salido con la suya y va a poner en práctica una medida que, de haberse llevado a cabo en 2007, le habría ahorrado a Europa la brutal cura de adelgazamiento a la que se ha sometido. Los alemanes están que trinan. Merkel y los suyos siguen empeñados en que nos sobran michelines. El gobierno alemán cree que los países del sur de Europa siguen necesitando cambios estructurales y teme que con esta medida dejen de hacer los deberes que les pusieron desde Berlín. Dicho de otro modo, el harakiri que Europa se ha efectuado, este largo rajarse la barriga y ver cómo salen por ella la sangre y las vísceras económicas de los europeos, se ha debido, no a razones objetivas, sino a las creencias y temores del gobierno alemán. Después, si otros, algo más fanáticos pero no menos tontos, acribillan a inocentes en base a sus creencias, nos rasgamos nuestras vestimentas de europeos racionales y buscamos explicaciones en lo que pueda o no poner en cierto libro sagrado. Ni las creencias ni el miedo, como ya hemos explicado repetidamente, son buenos consejeros, suponiendo, claro está, que uno quiera llegar a la verdad, el bien o la felicidad. Por tanto, es un buena noticia que Super Mario haya logrado su objetivo y marchemos a pasos agigantados hacia los eurobonos.
   4ª) El gobierno estudia medidas para presionar a la baja el precio de los combustibles. El objetivo parece estar en torno a un euro el litro de gasolina/gasoil. Ciertamente, no hay buena noticia para la economía que no sea mala para la ecología y, por otra parte, o yo he cambiado mi estilo de conducción, o mi coche tiene un problema, o el combustible que nos están sirviendo últimamente es de calidad inferior al que nos servían antes del desplome de su precio. En cualquier caso, la situación de todos sería mucho peor si a nuestras cuitas hubiésemos de añadir un petróleo por la nubes.
   Ahora podrán entender mi estupefacción: cuatro buenas noticias en la portada de un periódico el mismo día. ¿Cuándo antes había ocurrido esto? La verdad es que no tengo memoria de semejante evento. Sin duda, es una casualidad bastante notoria. O puede que no fuese ninguna causalidad. Ahora que el bipartidismo parece amenazado en nuestro país, PP y PSOE han descubierto lo que todos sabíamos, es decir, que es mucho más lo que los une que lo que los separa. Las antaño duras críticas al gobierno que prodigaban las páginas de El País se han convertido en editoriales comprensivos con su actuación y la propia noticia de la disminución del paro fue voceada por este diario, cercano a los socialistas, sin el menor atisbo de duda acerca de cuáles eran las cifras reales. Las críticas que en sus páginas se puedan encontrar, no van dirigidas contra el gobierno, sino contra quienes parece que ya gobiernan de facto. No deja de ser sorprendente este frente común que han formado nuestros políticos. ¿Será también casualidad?

domingo, 7 de septiembre de 2014

Métodos de riego

   Lo malo del regreso de las vacaciones es que los políticos también regresan a la actividad (es un decir). Este año, antes de que ninguno haya podido tener el primer ocurrendo, ha entrado en escena nuestro heroico Super Mario Draghi para anunciar lo que a nadie se le puede estar escapando: que tras la brutal poda de la crisis, el arbusto de la economía crece débil y paliducho. Para vitaminarlo y mineralizarlo, Super Mario trae bajo el brazo una caja de herramientas. Hay quienes argumentan que son medidas tibias y cobardes. Por el contrario, yo pienso que Super Mario ha demostrado toda su valentía. La caja de herramientas que está dispuesto a abrir, está asentada en “una mayoría confortable”. Dicho de otro modo, las ha sacado adelante en contra de la opinión de quienes tienen que dar el visto bueno para que continúe en el cargo (léase, los alemanes). Básicamente se trata de comprar títulos y bonos respaldados por la deuda privada en manos de los bancos. En definitiva, se trata de regar de dinero a los bancos a la vez que se penaliza su posibilidad de mantener ese dinero “congelado”. La esperanza es que comiencen a prestar dinero de una vez. El trasfondo de estas decisiones merece la pena ser analizado.
   En primer lugar, tenemos, de nuevo, al lobo de la deflación asomando las orejas. Como ya dijimos en otra entrada, el capitalismo es inflacionario, necesita de la inflación como un burro necesita de una zanahoria delante de sus ojos para andar. El BCE, que fue creado para controlar la inflación, se encuentra ahora con la paradoja de que tiene que fabricarla. Por supuesto, las mentes cuadriculadas no se las manejan muy bien con las paradojas y ésta es una de las razones para que los alemanes se opongan a cualquier medida en dicha dirección. La otra es que ya lo hicieron en un pasado y ningún político que se precie cambiará nunca de rumbo por mucho que los hechos hayan demostrado que va camino del precipicio. Pero hay una último motivo en esta actitud alemana que no es tan pueril. Hace ya tiempo que se vienen cuestionando los instrumentos que miden la masa monetaria en circulación en Europa. Echar dinero en un mercado cuya masa monetaria no se conoce con exactitud es una medida mucho más arriesgada de lo que la prudencia (alemana) puede aconsejar.
   Un segundo aspecto a considerar es que estas medidas vienen a producirse unos años después de que las adoptaran Japón, EEUU y Reino Unido. Hay quienes ven en semejante retraso, pruebas de la inoperatividad de las instituciones europeas. Yo más bien creo que es una muestra de sensatez... si se sacan las lecciones oportunas de lo que ha ocurrido en estos países. Porque lo que ha ocurrido es que, tras unos meses de cierta euforia el enfermo vuelve a tener constantes vitales planas. ¿Por qué? Supongamos que las medidas de Super Mario consiguen, al fin, despertar el ansia de los bancos por prestar dinero. Supongamos que hay un empleado de banca en una mesa esperando ansiosamente que alguien se siente ante él para darle un préstamo. Supongamos que un joven emprendedor se sienta, en efecto, allí, con el deseo de conseguir dicho préstamo. Supongamos, finalmente, que dicho joven emprendedor es, por ejemplo, promotor inmobiliario. Quiere construir casas. El empleado, sin hacer muchas preguntas, comenzará a rellenar mecánicamente las casillas del formulario para dar el préstamo. En una de ellas pondrá: plan de negocio. “¿Plan de negocio?” preguntará al joven emprendedor. “¿Plan de negocio?” responderá éste. “Sí, ¿a quién le va a vender las casas? ¿cómo? ¿en qué plazo?” ¿Qué puede responder el joven emprendedor? ¿a quién le va a vender las casas? ¿a los parados? ¿a quienes ya tienen una hipoteca que se les come más de la mitad de su sueldo?
   La idea de Draghi es que si se les facilita dinero a los bancos, éstos se lo prestarán a sus mejores clientes, los cuales generarán empleo, trabajo y, por fin, la recuperación económica. En resumen, es la vieja idea neoconservadora, tantas veces refutada ya, de que lo mejor para la economía es que los ricos tengan cada vez más dinero. Lo cierto es que si la mayoría de los ciudadanos carece de poder adquisitivo, ningún cliente de un banco, por muy rico que sea, podrá vender nada y si su banco tiene la más mínima sospecha de que ésta es la situación, ni locos le prestarán dinero, más bien se lo quedarán para aprovisionar el aumento de la morosidad. Cuando, en ciertos momentos de la historia, los Estados han recurrido a la máquina de hacer billetes, la inflación se ha desbordado de modo inmediato porque los Estados inyectaban dinero en todos los niveles de la sociedad. Por supuesto, obtenían crédito de los bancos, pero también realizaban ellos mismos obra pública y regaban las clases más pobres con ayudas y subvenciones de todo tipo. Pero si la inyección de dinero se produce únicamente en las  capas más altas de la economía, en los grandes actores, el efecto durará lo que dure la frescura de la tinta en los billetes. Super Mario, como sus antagonistas alemanes, como la mayor parte de los economistas que ejercen influencia sobre los gobiernos, siguen sin querer enterarse de que la recuperación tras una crisis no es un asunto de macroeconomía, sino de microeconomía. Quienes necesitan un estímulo no son los bancos, son las cuentas de cada ciudadano de a pie. Si este problema se solucionara, si se mejorara la capacidad adquisitiva de cada hogar europeo, el otro supuesto problema, el problema financiero, se esfumaría como las tinieblas con la salida del sol.

domingo, 26 de febrero de 2012

Una de héroes

   Decía un compañero de profesión, que siempre hay que criticar a quienes están en el poder. Es cierto, que el ejercicio del poder, más allá de la colaboración habitual con el estado de cosas que todos efectuamos, tiende a convertirlo en obviedad difícilmente refutable. También es cierto que no hay ejercicio del poder sin coacción, es más, la propia definición de poder contradice el que cada cual pueda hacer lo que su libre juicio le indique (suponiendo, claro está, que hayamos llegado a ese estadio en el que los seres humanos tengan, por fin, un juicio verdaderamente libre). No obstante, siempre he pensado que se debe establecer una distinción entre quienes hacen todo lo posible por mantener el deleznable estado de cosas existente y quienes hacen todo lo posible porque el estado de cosas sea aún más deleznable. Y aquí quisiera también marcar ciertas distancias respecto de los profetas del consabido "cuanto peor, mejor". Es éste un lema muy socorrido entre toda clase de izquierdistas desde que Marx propuso aquella disparatada idea de que los capitalistas irían comiéndose unos a otros, hasta que al final quedasen tan pocos que ya no podrían parar a los hambrientos del mundo (como si entre los capitalistas no hubiese también solidaridad de clase cuando se trata de combatir a otra clase). Más de uno y más de dos, se han puesto a hacer todo lo posible porque el capitalismo triunfe, a la espera de que los pobres a quienes divisan a través de la ventanilla de sus coches de lujo, acaben por hacer realidad el deseo que, supuestamente, anida en lo más profundo de sus corazones. Mientras tanto, por si ese día se dilata, añaden ceros a sus cuentas corrientes, pues es la mejor manera de acelerar el fin de las cuentas corrientes. Lo descabellado de semejante estrategia puede seguirse en los regueros de sangre de movimientos terroristas como ETA, que siempre buscó la represión salvaje e indiscriminada de la población vasca para así ver aumentadas sus huestes.
   Por todo ello, creo que se merecen una mención aquéllos que, pese a ejercer el poder sin muchos miramientos, procuran que el sufrimiento no se generalice más de lo necesario. Entre estos héroes de los últimos meses, que lo son, no por salvar a nadie, sino por impedir que haya más gente a la que sea necesario salvar, hay que mencionar, en primer lugar, al Presidente del Banco Central, D. Mario Draghi. Que Draghi podía ayudar a solucionar la crisis europea, era un secreto a voces bastante antes de ser elegido para el cargo. Al fin y al cabo, trabajó para el banco que la creó, asesorando al gobierno griego sobre cómo ocultar su monumental déficit. Nada más llegado, convirtió lo que el bueno de Trichet y Frau Nein Merkel habían insistido en que era imposible, en norma. Básicamente, utilizó un truco muy conocido y, por otra parte, muy habitual entre los políticos, para solucionar un problema: pegárselo por detrás a otro.
   Si había una crisis financiera derivada de que los bancos no obtenían crédito y si había una crisis en la deuda pública derivada de que nadie quería comprarla, la solución era darle crédito a los bancos a cambio de que comprasen deuda pública. Esto obliga a la banca a remar en la misma dirección que los gobiernos si quieren seguir a flote y, en teoría, les otorga, además, pingües beneficios que, supuestamente, deben servir para tapar sus vergüenzas y, en última instancia, reactivar el crédito a los particulares. La verdad es que esta parte no está funcionando demasiado bien por varios motivos. Primero porque los bancos prefieren seguir jugando a ruletas financieras antes que prestar su dinero a la gente. Segundo porque, como quizás sospechan los bancos, lo que el ciudadano de a pie necesita no son nuevos créditos, sino encontrar la manera de pagar los que ya contrajo en su día. El Banco Central Europeo haría mejor permitiendo acceder a la barra libre a los ciudadanos europeos y no a sus bancos, pero claro, esto ya sería demasiado para Frau Nein, el Banco y Draghi. En todo caso, su iniciativa ha salvado los muebles de una Europa a la que muchos auguraban que no llegaría a comerse las uvas. La cuestión está en hasta cuándo va a durar todo esto. Los problemas que se pegan por detrás a otros, las típicas soluciones de los políticos, más pronto que tarde acaban por generar problemas aún más gordos y habrá que ver si el Sr. Draghi se da cuenta de ello o, simplemente, dejará el asunto en manos de su sucesor.
   Otro Mario que merece ser mencionado es el Primer Ministro italiano, el Sr. Monti. La verdad es que lo suyo entra en otra categoría, que no la de héroe, pero sobre el trasfondo de los gobiernos de Berlusconi, este señor hasta parece un buen gobernante. No lo es, aunque, al menos, gobierna. Triste destino el de un país, en el que parece que lo hace bien alguien a quien no ha elegido el pueblo. El Sr. Monti, no actúa de cara a sus cadenas de televisión, ni a los votantes y ni siquiera a Europa. Sabe que sólo la historia podrá juzgarle y como tal se comporta. Eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Toma decisiones impopulares, si bien necesarias, y actúa con independencia. Eso sí, con frecuencia, adopta el tono de abuelete tratando de convencer a sus nietos para que se porten bien sin necesidad de castigarlos. El que un funcionario en edad de jubilación, le diga a los jóvenes que deben olvidarse de tener un trabajo para toda su vida, es digno de que lo cuelguen por los meñiques. Pero ese Monti es inseparable del que escribe panfletos incitando a la sublevación contra los Merkel, Schäuble y Sarkozy. Y aquí es donde aparece un nuevo e insospechado héroe.
   Adivinen quién ha firmado una carta en la que se afirma que son los bancos y no los ciudadanos los que deben pagar los platos rotos de los años de despilfarro. Es inútil, nunca lo adivinarían, nuestro amadisssimo y queridisssimo Sr. Presidente del Gobierno, D. Naniano Rajoy. Sí, sí, el mismo que ha permitido que le aprueben la reforma laboral del "te despido porque sí", el mismo que asegura que el 30 de marzo tendremos que cogerle dobladillo a nuestros pantalones de lo recortaditos que nos vamos a quedar. ¿Cómo es posible? En realidad es fácil de entender. Al Sr. Rajoy le ha pasado lo mismo que a muchísimos españoles con su primera alemana, han ido a por lana y han salido trasquilados. Y es que a todos nos ha pasado alguna vez. Cuando dejamos atrás nuestras fronteras, no sé por qué, nos da por creernos eso de que somos auténticos latin lovers en cuyos brazos las nórdicas caerán extasiadas en cuanto les soltemos alguna ocurrencia. Después pasa lo que pasa. Estamos acostumbrados a las españolas, que parecen la torre de control de un aeropuerto. A poco que te fijes, una española, te va diciendo con sus miradas y su lenguaje corporal si vas bien, si te estás desviando de la trayectoria o si, simplemente, está ahí para marearte un poco. Llega uno en plan rompecorazones con las alemanas y se encuentra con mujeres tan expresivas como una pared, que te dicen con la misma cara de palo "te quiero" o "me das asco". El resultado es que, si te descuidas consigues una colección de calabazas como para abastecer todo el Halloween del pueblo.
   El Sr. Rajoy pensaba que con una caída de reforma laboral, un sólido discurso de neocon de bien y su gracejo natural, derretiría a Frau Merkel y podría llevarla al huerto donde las horas se hacen días y los días semanas de aplazada reducción del déficit. Pero héteme aquí que Frau Nein, por supuesto, sin mover una pestaña, dijo... "Nein". Como buen español en esta tesitura, el Sr. Rajoy se puso hecho un basilisco, soltando pestes de los difuntos de todas las alemanas que hay sobre la tierra y en esto que pasaba por allí Monti pidiendo firmas...
   En fin, que si Draghi, Monti y Rajoy parecen héroes salvíficos de los pobres ciudadanos de nuestra querida Europa, apañados vamos.