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domingo, 25 de septiembre de 2022

Certezas de una derrota.

   "Casualmente", la ofensiva ucraniana que ha liberado en pocos días todo lo que lo que el ejército ruso tardó meses en conquistar y que lo ha puesto pies en polvorosa, se produjo poco antes de la cumbre de Samarcanda y unas semanas antes de la Asamblea General de la ONU. A la reunión de la Organización para la Cooperación de Shanghái acudió un Putin, todo sonrisas, que quería demostrar que Occidente podía aislarlo pero que el mundo se ha vuelto multilateral y que él tiene amigos en todas partes. Así lo vendió la prensa rusa y así lo ha vendido parte de la prensa occidental a la que no le importa informar de cualquier manera o a la que le importa mucho más el dinero que llega desde Moscú. La foto de Putin rodeado de sus socios de la OCS recordaba a la comida de navidad en torno al abuelete rico con todos sus hijos y nietos contentos y ansiosos porque el viejo se muera y poder heredarle. Xi ha actuado como Marlon Brando en "El Padrino", dejándose ver poco ante las cámaras y reuniéndose en privado con todo el mundo para arreglar los problemas. Pekín, que, como ya he explicado en alguna ocasión, considera "corto plazo" lo que se hace a diez años vista, está ahora mismo dividido entre quienes consideran que lo mejor es seguir apoyándose en una Rusia poderosa y quienes consideran que ha llegado la hora de absorberla. El comportamiento de Xi durante la cumbre de Samarcanda indica que van ganando los segundos. Pero no son los únicos que han llegado a esa conclusión. Turquía ya no se molesta en disimular que, tras Azerbaiyán, está aprovechando la coyuntura rusa para expandir su influencia por todas las repúblicas centroasiáticas. Saben que, más pronto o más tarde, sus intereses acabarán enfrentados con los de China, saben que contarán con el respaldo de EEUU en esa pugna, pero también saben que ese momento no ha llegado aún. Erdoğan le sonríe a Xi, habla de cooperar, pasa por alto la cuestión uigur, pero apenas el presidente chino regresa triunfante a Pekín, actúa como el único capaz de apaciguar el conflicto entre Kirguistán y Tayikistán. Y mientras entran en su patio trasero, mientras Modi (¡Modi! el Modi que está repartiendo a sangre y fuego Cachemira entre sus amigotes) le espeta que "no es época para guerras", mientras Erdoğan le pide que acabe con la barbarie, Putin sonríe. Y sonríe mientras reconoce que Xi le ha "preguntado" qué demonios está haciendo en Ucrania. Todo el mundo sabe que el hecho de que otro país "pregunte" por tus asuntos es motivo suficiente para tirarse los trastos diplomáticos a la cabeza. Pero Putin lo confiesa inocentemente ante los medios de comunicación e incluso afirma que ve "comprensible" la preocupación china, lo cual, en lenguaje diplomático significa: "nuestra posición es tan débil que ahora mismo no podemos hacer otra cosa". Unos días después, mientras Erdoğan declara que Putin tiene intención de terminar pronto la guerra y que, en su opinión, debería devolver los territorios ocupados desde 2014 para obtener una paz justa, se anuncia una comparecencia pública del presidente ruso. Pero Putin no comparece, ni siquiera es capaz de hacer una alocución en directo. La graba y, no sabemos con cuantas ediciones, se emite horas después de lo anunciado. Lloriquea ante las cámaras porque los malvados occidentales están utilizando tecnología punta (que Rusia presumía de tener también), para identificar y localizar cada unidad de su ejército, anuncia un decreto de movilización "parcial" cuyo texto, más bien, habla de movilización general, certifica la inmediata anexión de los territorios ocupados en cuanto se confirme que los "espontáneos" refrendos populares han sido ganados con una media del 80% de síes y advierte de que está dispuesto a utilizar su poderío nuclear a las primeras de cambio. Inmediatamente las preguntas se amontonan. ¿Las armas nucleares son el buque insignia del poderío militar ruso? ¿tendrán el mismo peso en los acontecimientos que el buque insignia de su marina? ¿Vista la eficacia del ejército ruso, dónde apuntan esas armas y dónde acabarán cayendo? ¿Putin no se ha dado cuenta de que si Ucrania, quiero decir, EEUU, sabe exactamente dónde está cada unidad de su ejército, su potencia de fuego, su capacidad de combate y hasta los planes que se están haciendo antes de que el propio Putin se entere, también tiene un conocimiento exhaustivo de su auténtico poderío nuclear, de la situación del mismo, de dónde se ubica y, llegado el caso, tendría noticia por anticipado de su decisión de utilizarlo? ¿No ha caído en la cuenta de que las amenazas nucleares que no funcionaron el 24 de febrero no van a tener más efecto el 24 de septiembre? ¿Qué plan b hay si no surten efecto? ¿provocar un holocausto, ante todo y sobre todo, de Rusia? ¿De verdad piensa declarar invasor al ejército ucraniano en las áreas anexionadas por decreto? ¿en serio cree que China se va a tirar con ellos por semejante precipicio? ¿Para qué necesita 300.000 reservistas si reconoce menos de 6.000 bajas en sus propias filas y 100.000 muertos entre las tropas ucranianas? ¿espera que los jóvenes vayan de buen grado a una guerra que, según Moscú, va según lo planeado y en la que, por tanto, no son necesarios? ¿o espera que la población rusa deje de creer en lo que dicen sus autoridades? ¿Cómo va a entrenar en semanas a esa masa ingente de nuevos reclutas si ha sido incapaz en años de entrenar a los profesionales? ¿con qué los va armar? ¿dónde los va a desplegar? ¿sabe Putin qué ocurrió en la Semana Trágica de Barcelona y por qué? De acuerdo, Putin ha perdido el norte, nunca ha tenido contacto con la realidad, ahora ni siquiera lo tiene con la cordura, pero ¿y su entorno? ¿Es cierto que, quince días antes de que se iniciara la ofensiva ucraniana, en un foro de seguridad, el Ministro de Defensa, Sergei Shoigú, se felicitó públicamente porque su ejército había demostrado la inutilidad de la ayuda occidental al ejército ucraniano? ¿Cómo pudo Lavrov reclamar el multilateralismo ausentándose de todos los discursos en el Consejo de Seguridad, incluido el de sus "aliados" chinos y lanzando críticas contra cada una de las instituciones internacionales? ¿Se puede decir más alto y claro: "sólo queremos escuchar el discurso de nuestro propio delirio"? 

   El Kremlin se ha aferra a la puntilla ardiente del invierno. Espera que el frío y las restricciones energéticas pongan en aprietos al gobierno alemán, espera que los estómagos agradecidos del fascismo italiano pongan en aprietos la unidad europea y, sobre todo, espera que las malas condiciones meteorológicas hagan lo que su ejército es incapaz de hacer, parar a los ucranianos. Todo eso son esperanzas. Certeza es que cientos de miles de jóvenes rusos van a pasar un invierno de hambre, frío y desesperanza en las trincheras de territorios invadidos, certeza es que millones de ucranianos van a pasar un invierno en condiciones miserables que no se han merecido de ninguna de las maneras y es una certeza absoluta que hay en Moscú un patético megalómano que ya sólo puede conciliar el sueño abrazado a su botón nuclear.

domingo, 21 de enero de 2018

El futuro de los Estados (1)

 “Information peace is the start of real peace”
(Ludmila Shavkuv)
   A mediados de 2015, Jessikka Aro, periodista de la televisión pública finlandesa Yle, pidió a sus lectores que le contasen sus experiencias con los trolls prorusos para conocer sus tácticas, los sitios que frecuentaban y su reacción ante la presión que ejercían. En septiembre de ese año apareció el primero de una serie de reportajes sobre el tema que acabarían por granjearle el premio Bonnier, el más alto galardón para un periodista escandinavo. También le granjearon el acoso de los trolls sobre los que versaba su investigación. Inundaron Internet con todo tipo de trapos sucios sobre ella, incluyendo calificarla de agente de la OTAN, presentarla como una neurótica obsesionada con los trolls y una sucesión de vídeos suyos perversamente doblados para hacerla aparecer como un personaje ridículo. Pudo verse en Youtube una actriz caracterizada como ella acosando a Putin, salió a relucir una multa con trece años de antigüedad por consumo de cocaína y una legión de “personas normales y corrientes” lanzó todo tipo de comentarios críticos contra Aro en todas y cada una de las redes sociales. También hubo llamadas telefónicas con el sonido de un disparo y sms emitidos desde el número de su padre, muerto veinte años antes. En el propio entorno personal de la periodista comenzaron a surgir grietas sobre su persona ante la magnitud y la variedad del ataque. Por supuesto, la policía investigó el asunto pero apenas pudo llegar a poco más que a identificar los servidores desde los que se habían producido algunos de los ataques.
   La naturaleza de los trolls prorusos que investigó Aro, constituye un secreto a voces. Estos “ciudadanos corrientes” ofendidos por los “ataques a su patria”, tal y como los ha descrito Putin, trabajan para la Agencia de Investigación de Internet, sita en el número 55 de la calle Savushkina, en San Petesburgo. Dependen directamente de una persona muy cercana al presidente ruso. Alternan dos jornadas de 12 horas con dos de descanso y su trabajo consiste en colocar cinco posts políticos y 10 no políticos en los diferentes perfiles que manejan, además de unos 150 ó 200 comentarios sobre los posts realizados por algunos de sus 400 compañeros de trabajo. El contenido de los mismos viene claramente precisado en las instrucciones que reciben cada día y, de un modo constante, martillea sobre la misma idea: Putin bueno, Occidente caca. Cantadora constituye un ejemplo paradigmático. Esta simpática adivina, creó un blog donde habla de relaciones personales, dietas para perder peso, feng shui y, ocasionalmente, geopolítica, siempre sosteniendo los puntos de vista del Kremlin. Cuando la caída del petróleo y las sanciones internacionales pusieron a Rusia contra las cuerdas, el blog de Cantadora derrochaba optimismo, esperanzas y visiones de un prometedor futuro inmediato. En un excepcional reportaje, el New York Times, identificaba a Cantadora como una de las figuras creadas por Ludmila Savchuk, ex-empleada de la Agencia que huyó de allí llevándose una ingente cantidad de información sobre sus tejemanejes. No cuesta mucho esfuerzo tomar a Cantadora como la cara amable de esta historia si tenemos en cuenta que otras secciones de la Agencia tienen por objetivo los procesos electorales de diferentes países, el apoyo a movimientos independentistas o fascistas en Europa y la vigilancia, control y defenestración de opositores internos. 
   La Agencia constituye un ejército perfectamente organizado, con una jerarquía de mando establecida para no dejar duda alguna a ninguno de sus integrantes y unos objetivos nítidos. El campo de batalla lo conforma los medios de comunicación de masas de nuestras sociedades y su topografía, sus relieves, sus valles y sus montañas, lo dibujan las mentes de cada uno de los individuos que integran eso llamado “opinión pública”. Las batallas libradas por la Agencia se pueden rastrear por toda la red, donde quiera que hay una oportunidad de defender los intereses rusos, atacar los de EEUU y la Unión Europea o lapidar a quien se interponga en su camino. Sin embargo, la posibilidad de identificar su estado mayor, la vinculación certera con el gobierno que los financia, las banderas, los distintivos nacionales, las insignias, se pierden en las procelosas aguas de los servidores de Internet.  Aún más difícil resulta precisar cuántas víctimas han cosechado sus campañas. Por supuesto, no se trata de aniquilar físicamente a nadie. Aquí no entra ninguna consideración humanitaria, ética o moral, simplemente, no resulta necesario. En nuestro mundo imagen, importa mucho más el exterminio virtual. Sin voz en Internet, sin capacidad para transmitir imágenes que alguien pueda tomar por la realidad, sin seguidores en las redes sociales, uno se vuelve tan invisible como un ectoplasma y no menos muerto que él. Insisto, no obstante, en que nada de esto descarta la aniquilación física. Linchar virtualmente a un enemigo no constituye la alternativa a matarlo. En muchos casos, cuando el sujeto haya perdido su capacidad para influir, cuando sus amigos pongan en tela de juicio su integridad, cuando sus jefes dejen de confiar en él, el suicidio aparecerá como la única salida posible. En tales casos, la ejecución virtual se habrá convertido en el necesario asfaltado del camino hacia la tumba.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Un futuro sombrío.

   La receta económica de Donald Trump para engrandecer América (del Norte) es tan desquiciante como lo fue la de aquel Reagan a quien los norteamericanos recuerdan con tanto cariño. La simple expulsión de tres millones de inmigrantes que han cometido un delito (ni que decir tiene que la cifra es inventada), elevaría el costo de la mano de obra a niveles insostenibles para la economía, especialmente en el sector alimentario y la industria de base. Trump, como tantísimos tontísimos que hay en el mundo, no entiende que la fraternal acogida de nuestros hermanos de otros países encierra, en realidad, la exigencia del capitalismo de aumentar el paro para mantener los salarios al nivel de la subsistencia. ¿Por qué creen que Alemania se muestra tan generosa con los inmigrantes?
   Una subida de los costos laborales conllevará, inevitablemente, una subida de precios, quiero decir, un aumento de la inflación. Pero Trump no se conforma con eso, quiere emprender una agresiva política de obras públicas que no sólo inundará las bolsillos de los amigotes de dinero, sino que, además, retirará lo que quede de mano de obra barata del mercado laboral, presionando la inflación hacia arriba por partida doble. ¿De dónde va a salir todo ese dinero? De los impuestos no. Como buen reaccionario, Trump ya ha anunciado una significativa rebaja de impuestos con un IRPF de tres tramos, lo cual significa que se dejarán de recaudar miles de millones de las grandes fortunas. Cuando un político dice que va a bajar los impuestos todo el que tiene dos dedos de frente entiende lo que se está diciendo, a saber, que se van a subir los impuestos. Se bajarán los directos que gravan en función de las rentas y se subirán los indirectos que gravan los productos que todos compramos o, mejor aún, que compramos los que menos ingresos tenemos. ¿Hace falta decir que nos hallamos ante otro factor que incrementará la inflación? Pues súmenle a los anteriores un mercado especulativo absolutamente desregulado como el que se está buscando.
   Difícilmente se podrá atajar toda esa masa inflacionaria que se va a crear artificialmente mediante una subida de los tipos de interés, pues eso enfriaría la economía en contra de los deseos presidenciales. Más bien se piensa, como ha sido costumbre, en exportar la inflación. Durante décadas EEUU pudo hacerlo por dos motivos: era la fábrica del mundo y su moneda era el patrón con el que se comparaban el resto de monedas. Hace tiempo que ambos factores se han vuelto algo más que cuestionables. Ni EEUU es ya la fábrica del mundo ni su moneda es el único patrón que ahora impera. Resulta poco probable, pues, que se pueda desaguar mucha inflación por aquí. Sólo queda, pues, una manera de amortiguar los efectos inflacionistas de todas las políticas que Trump ha propuesto: inyectando oro en circulación, oro negro. Producir enormes cantidades de petróleo le permitiría bajar a precios irrisorios la factura energética, amortiguando el efecto de los otros factores. 
   Una de las pocas cosas por las que pasará Obama a la historia, además de por el color de su piel, es por haber convertido el petróleo en el arma para vencer a sus enemigos internacionales. Inundar el mercado de petróleo en una época de crisis, o, lo que viene a ser sinónimo, disminuir la cantidad de petróleo que EEUU compra, fue un movimiento genial que colocó contra las cuerdas a Irán, Venezuela y Rusia, además de convertir en irrelevante a un aliado incómodo como fueron siempre las monarquías del golfo pérsico. Particularmente para Rusia fue la puntilla a sus ambiciones imperialistas. Unida a las sanciones internacionales por su adhesión de media Ucrania, la bajada del petróleo la pilló en plena modernización de las fuerzas armadas, en la que había comprometido gran parte de los recursos que se suponía que iba a obtener. 
   Además del levantamiento de las sanciones, Rusia buscará algún tipo de pacto con los EEUU que eleve el precio del petróleo, un movimiento que todos los humillados por Obama están buscando desesperadamente. De hecho, esta semana, la OPEP acordó reducir su producción. Tan pomposa declaración, que atrajo de nuevo a los especuladores al mercado del crudo, es poco más que un brindis al Sol. Su papel en la producción mundial se ha reducido sensiblemente y, por eso, su segundo movimiento ha consistido en intentar acordar una reducción semejante con los países que no forman parte del cartel, iniciativa que Rusia ha apoyado de modo entusiasta. No obstante, la parte divertida de esta maniobra es que si consiguieran alcanzar la solicitada reducción atraerían de nuevo hacia la producción a todas las empresas norteamericanas que la abandonaron precisamente por la caída de los precios, además de activar las colosales reservas canadienses, dejando su maniobra en agua de borrajas. Por si fuera poco algunas de las economías de los integrantes de la organización están ya tan dañadas, que difícilmente soportarán la reducción de ingresos que, a corto plazo, supondrá el recorte en la producción, por lo que no parece muy probable que el acuerdo llegue a materializarse.
   El resumen de todo lo anterior es simple: el imperialismo ruso exige un barril por encima de los 60$, el recalentamiento artificial de la economía norteamericana exige un barril claramente por debajo de los 40$. A menos que la “admiración” por Putin que padece Trump le lleve a entregarle las llaves de la caja fuerte, el acuerdo parece improbable. No obstante, en toda esta ecuación falta un elemento importante.
   En el año 2000, unas reñidas elecciones entre Al Gore y George Bush (hijo) se decidieron cuando el primero renunció a que se continuara la revisión del recuento en Florida. El país quedó dramáticamente dividido “como no lo había estado nunca” en palabras de la prensa. No faltaron voces que acusaron a los republicanos de haber dado un golpe de Estado privando de su cargo al candidato legítimamente elegido por los ciudadanos. Casualmente, apenas un año después, un terrible atentado y sus guerras subsiguientes unieron al país tras su comandante en jefe como un solo hombre. Este noviembre hemos vivido unas elecciones presidenciales en las que la candidata más votada se ha quedado sin su cargo. El país vuelve a estar dividido “como no lo había estado nunca”. ¿Qué sangrientas casualidades habremos de vivir para que se una en torno a su presidente como un solo hombre?

domingo, 4 de diciembre de 2016

Enhorabuena, Sr. Putin.

   Lo que hace a Donald Trump mucho más terrible que Reagan y que los Bush, lo que exige que cualquiera que tenga valores de verdad se oponga radicalmente a su gobierno, más allá de que cumpla o no la ley, lo revela, precisamente, la naturaleza de sus nombramientos. Quienes han obtenido cargos hasta ahora lo han hecho por tres razones, razones que han dejado fuera a quienes hasta ahora no han obtenido nombramiento alguno. La primera de ellas es la lealtad ciega y absoluta al líder. Priebius, Sessions, Flyn, Bannon y todos los demás que están siendo nombrados, estuvieron con Trump cuando subía y cuando caía en las encuestas, cuando llamaba a Hillary Clinton “asquerosa” y cuando se jactaba de agarrar a las mujeres por el coño y hubiesen seguido estando con él si Trump hubiese salido a la calle pegándole tiros a los transeúntes. De ninguna de sus muy blancas y libres bocas saldrá nunca nada que pueda interpretarse como un atisbo de crítica, de cuestionamiento, hacia las decisiones del líder, Trump tiene siempre razón, porque es Trump. Ni siquiera son cabezas capaces de pensar por sí mismas, de tomar decisiones por sí mismos, de ninguno de ellos se podrá escuchar un juicio acerca de lo que es bueno o malo sin que su líder lo haya hecho previamente. Este es el requisito que Carson no cumple.
   Si el primer requisito es el requisito básico de cualquier dictador, de cualquier tiranía, el requisito que Christie no cumple es aún más preocupante. Christie no está ahí, no porque sea capaz de pensar por sí mismo o porque su mezquindad le lleve a aprovechar su cargo para venganzas personales. Christie no está ahí porque no es del agrado de la corte que Trump ha montado a su alrededor. Encerrado en sus propiedades, el acceso al presidente está controlado por la Santa Trinidad de sus hijos varones y su yerno, en una suerte de corte fantasmal que inauguró en los tiempos modernos Boris Yeltsin, que no ha dejado de reactualizarse en las pseudodemocracias de Asia Central y que importó a América su majestad Ortega I de Nicaragua. Más que Priebus, más que Bannon, más que cualquiera de los cargos que hasta ahora ejercían esas funciones controladas por la ley, el acceso a Trump necesitará pasar el filtro de sus familiares inmediatos, con sus propios intereses, finalidades y negocios y, desde luego, ajenos al control del Congreso o el Senado.
   Pero aún queda un tercer requisito, un tercer indicio no menos inquietante de qué nos aguarda. Algo común a todos los designados, incluyendo el presidente, es su rusofilia o, para ser más precisos, su “admiración” por (Ras)Putin. “Admiración” que, casualmente, comparten con Igor Dodon, recién elegido presidente de Moldavia, con Rumen Radev, recién elegido presidente de Bulgaria, con Marie Le Pen, futura candidata a la presidencia francesa, con los líderes de la emergente Alternativa para Alemania, con los mandamases de los “Auténticos Finlandeses” y con quienes promovieron el referendum sobre el brexit en Gran Bretaña, entre otros. ¿Han mirado Uds. a (Ras)Putin? ¿lo han mirado de cerca, detenidamente? ¿han sido capaces de encontrar en él algo que, en algún acceso de fiebre, pudiera poder parecerles admirable? “Yo admiro a Putin”, pues, sólo puede significar una cosa: “yo he recibido dinero/ayuda de Putin” o “yo le estoy agradecido a Putin”. 
   Durante la guerra fría, el KGB demostró reiteradamente lo fácil que le resultaba infiltrar el FBI. El descarado acoso que su director ha realizado durante toda la campaña a Hillary Clinton, demuestra que tales prácticas no han cesado. Trump tiene motivos para admirar a Putin, quiero decir, para estarle agradecido, no sólo por eso, también por el continuo espionaje electrónico ejercido sobre la campaña de Clinton y del cual apenas si hemos atisbado a ver la filtración de sus e-mails a través de Wikileaks. No me cabe la menor duda de que Trump es muchas cosas, pero no un desagradecido, especialmente cuando quien tiene semejante poder puede utilizarlo contra él, que tantos cadáveres tiene en los armarios. Lo que Trump va a entregarle a Putin a cambio va a ser una minucia: el mundo entero para que Rusia haga y deshaga a su antojo. El problema es que los grandes dictadores nunca se han conformado con aquello que se les ha dado por las buenas y siempre han querido más, siempre han querido aquello que sólo se puede obtener por la fuerza de sus malas artes. Y Putin, en efecto, quiere algo más, quiere el petróleo.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Paisajes otoñales

   Recuerdo una novela, de autor ruso contemporáneo, que narraba el ascenso de un botarate a la cúpula de una organización mezcla de agencia publicitaria, secta y mafia. En su escalada, descubría que los personajes de la actualidad social, cultural y política eran, en realidad, el producto de unos buenos guiones y sofisticadísimas técnicas de animación. La totalidad de imágenes de los telediarios procedían de ahí, desde la visita a un hospital del Jefe de Estado, hasta los atentados en Chechenia. La cosa se complicaba porque, en un determinado momento, el protagonista recibía gruesos sobres de dinero y tarjetas de felicitación, enviados desde paraísos vacacionales y firmados por los nombres de los personajes, en teoría, sólo ficticios, de la actualidad del país. El relato terminaba con el tipo, ya encaramado en la cúpula de la organización, por voluntad de gente de un nivel superior de decisiones a quienes la novela no retrataba. Allí, aparte de una vida la mar de placentera, desarrollaba un cierto gusto por hacer apariciones, como personaje secundario, en diferentes anuncios. Toda esta historia me pareció horriblemente estrambótica y llegué hasta el final, sobre todo, porque estaba en la India y no conseguí encontrar nada más interesante que leer. Sin embargo, ha pasado a formar parte de esos libros y películas que, sin gustarme, recuerdo una y otra vez. De hecho, me acuerdo de ella siempre que leo noticias sobre Rusia. La última es que hasta la organización que se describía en la novela, ha llegado la crisis. Para reducir costes, han decidido no desarrollar nuevos personajes. Por tanto, los dos protagonistas principales de los telediarios de los últimos años, esto es, Putin y Mendeleiev, seguirán siéndolo durante seis o doce años más. Eso sí, para no conducir a los guionistas a un ataque de nervios, volverán a intercambiar sus papeles.
   Todos sabemos que Rusia es una democracia ficticia, España es diferente. Aquí tendremos la oportunidad, el próximo 20 de noviembre (bendita fecha), de elegir entre el PPSOE y el PPSOE para que nos apliquen una política de mercado. Hubo una época, que nos pareció espantosa, en que nuestros gobernantes tomaban sus decisiones basándose en los sondeos de alguna empresa creada a tal fin. Ahora parece una época gloriosa. Hace ya una buena temporada que las estadísticas que se consultan para tomar decisiones políticas son las que reflejan cómo va el mercado. Lo más divertido es ver a los políticos insistiendo en que deben ser los mercados quienes se plieguen a ellos, mientras miran de reojo el diferencial con el bono alemán para saber si van por buen camino o no. ¿Y quiénes componen ese mercado que decide sobre nuestro futuro? Pues, esencialmente, gente con muchísimo más dinero que el tal Alessio Rastani, pero con su misma mentalidad. Éste es un caso para la historia. La BBC, el paradigma de buen hacer periodístico, lleva a un programa de gran audiencia, un “experto” del que, al parecer, lo único que sabe, es su nombre, el monto de su hipoteca y que se dedica a invertir de modo privado (por el monto de su hipoteca, hemos de suponer que cantidades muy modestas). Si ése es todo el curriculum para ser citado como “experto” por la BBC, no quiero ni imaginarme cuál es el curriculum de los “expertos” que citan los medios de comunicación españoles.
   El tal Sr. Rastani, en sus quince minutos de fama, se dedicó a cocinar una buena receta de profecía que se autocumple y que, a buen seguro, le permitirá aparecer como “gurú” la próxima vez. De un modo nada disimulado comunicó a la audiencia que quienes no saquen inmediatamente su dinero de los bancos y lo inviertan en bolsa como hace él, lo perderán todo. Además, dio pistas de cómo hay que invertir: debemos apostar, y fuerte, porque la cosa se va a ir al garete. Tal y como están los mercados, lo único que les hace falta es una legión de pequeños inversores, corriendo como pollos sin cabeza, a la búsqueda de apuestas a la baja que les proporcionen un buen pelotazo. Efectivamente, eso lo mandaría todo al garete en un visto y no visto. Como digo, ésta es la mentalidad de quienes vienen haciendo dinero a espuertas desde hace más de treinta años, de aquéllos a quienes se suelen  considerar genios de las finanzas o, de un modo resumido, triunfadores. El moderno capitalismo nos ha enseñado de todas las maneras imaginable que la destrucción genera beneficios y que, cuanto más grande sea la destrucción, mayores serán los beneficios. Parece que ha llegado la hora de obtener beneficios récord tirando bombas H económicas por doquier. No sé si el Sr. Rastani es quien dice ser o no. Carece de importancia. Se trata de un revolucionario de primer orden al que le bastarían otros quince minutos ante las cámaras para lograr lo que Marx y su Partido Comunista no lograron en dos siglos.
   Afortunadamente, tenemos a nuestros políticos para salvarnos de estos subversivos. Sin pausa, avanza el plan de rescate para Grecia que, ¡adivinen! exigirá nuevos sacrificios, y también se está avanzando en un plan de rescate para la banca. Los buitres del FMI han descubierto que con otra subvención de tamaño descomunal los bancos podrán... ¿Esperar tranquilamente hasta la nueva subvención? Ya lo he dicho, soy viejo, he visto unas cuantas cosas. Recuerdo haber oído argumentar que el subsidio de desempleo no podía ser muy elevado ni demasiado duradero porque, de ese modo, los parados perdían el incentivo para buscar trabajo. ¿Las subvenciones a la banca sí pueden ser elevadas y duraderas? ¿para qué? ¿para que pierdan el incentivo de buscar clientes? Quien realmente necesita un plan de rescate, masivo e inmediato, no es Grecia ni la banca, son las familias. El nivel de endeudamiento alarmante es el de las familias, españolas en particular y europeas en general. Hasta que las subvenciones no vayan a las familias para que salgan de su asfixia cotidiana, esta crisis no va a hacer otra cosa que agrandarse. Pero claro, una de las cosas más graciosas de la macroeconomía es que los macroeconomistas olvidan que ése no es el nivel último de explicación posible, mejor todavía,  ése no es el nivel explicativo. Las explicaciones, las explicaciones reales, siempre están a nivel microeconómico porque la economía, como el poder, siempre es “micro”.
   Hablando de “micro” (es decir, de microcerebros), acabamos de enterarnos que el sueldo de Dña. Esperanza Aguirre es el de cinco profesores de secundaria. Como los profesores de secundaria sólo trabajamos 18 horas semanales, esto es, sólo trabajamos cuando estamos en clase con los alumnos/as, hay que suponer que ella trabaja 90 horas semanales. Lo cual significa, si mis cálculos no fallan, que la Sra. Aguirre se pasa 13 horas diarias en su despacho, porque, en justa correspondencia, consideraremos que ella, cuando no está en su despacho, es que no trabaja. Por supuesto, estas horas diarias incluyen sábados y domingos. Esas son las cuentas según la Sra. Aguirre y si resulta que ella no dedica 13 horas diarias a estar en su despacho es que trabaja menos que los profesores. Pero bueno, tampoco le vamos a pedir a la Sra. Aguirre que sepa de matemáticas. A estas alturas nadie le pide seriamente que sepa de nada. Son las cosas que pasan en Madrid. En la periferia estas cosas no pasan. Pasan otras.
   Es de agradecer la sensatez de CiU. Haciendo gala de una exquisita coherencia, ha decidido no inmiscuirse en las próximas elecciones del país vecino y ellos siguen recorta que te recortaré aquí y allá, hoy un geriátrico, mañana un hospital, pasado la enseñanza de nuevo, 1,6 millones de subvención al doblaje de películas americanas al catalán... ¡Huy, no! ¡Perdón! He leído mal la noticia. Los 1,6 millones sí que se los van a gastar. Es lógico, al fin y al cabo, con los recortes en educación, un profesor de lengua puede acabar dando matemáticas, eso sí, en catalán. Lo que los futuros catalanes aprendan, que se mueran en las salas de urgencia de los hospitales, no tiene mucha importancia. Que se enteren del discurso de Nochebuena del President, eso, eso es, fundamental. No sé si CiU va a presentar listas al parlamento de la nación vecina, quiero decir, al parlamento español. Quizás, debería sumarse al plan de ahorro y evitarse molestas porque, con cosas como éstas, no les van a votar ni los del Opus.
   Menos mal que, en medio de tanto desconcierto, uno siempre encuentra buenos motivos para reírse. Uno de ellos es que acaba de surgir un nuevo dúo cómico que son la monda. Se llaman Rubalcaba y Rajoy. La verdad es que no sé quién de los dos me resulta más gracioso. El primero ha dicho, muy serio, como mandan los cánones, que si los socialistas que bajaron el sueldo a los funcionarios ganan, les subirán el sueldo. Lo que no me ha quedado claro es si lo volverán a subir hasta donde estaba o si lo subirán a partir de donde estaba. Supongo que sólo es cuestión de que vayan pasando los días. El segundo ha asegurado que, si sale elegido, no vacilará en no mover ni un dedo, que se compromete a hacer ya veremos qué y que, con él, el país irá hacia alguna parte. Todavía mejor, su partido ya ha elegido lema de campaña. Es conciso, brillante, suena a honestidad, a ausencia de escándalos, a seriedad, a savoir faire. ¿Que cuál es el lema? Muy fácil: “Por el cambio”. Y el caso es que a mí este lema me suena de algo... En fin, para que después digan que estos señores no son capaces de crear ilusión.