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domingo, 7 de junio de 2015

El nuevo biopoder (3)

   Imaginemos que es Ud. el director general de una compañía farmacéutica y que a su despacho acuden dos de los investigadores de su laboratorio. Uno de ellos le dice que ha creado una píldora contra la enfermedad X tal que, tomándola durante un mes, la enfermedad queda completamente curada. El otro le dice que ha creado una píldora, también contra la enfermedad X, pero que ésta no la cura, simplemente si un paciente la toma tres veces al día durante toda su vida, vivirá sin síntomas de la enfermedad. ¿Cuál de las dos píldoras fabricaría Ud?
   Ahora que ya sabe cuál es la lógica de la industria farmacéutica, vamos a aportar un pequeño dato: el mercado mundial de fármacos mueve más de 500.000 millones de dólares anuales con un ritmo de crecimiento aproximado del 8%. Pfizer, buque insignia del big pharma, ganó en el año 2012 46.000 millones de dólares como resultado de una inversión de unos 17.000 millones de dólares. Cabe, por tanto, otra pregunta: ¿cuántas voluntades se pueden comprar con un margen de beneficios de 29.000 millones de dólares anuales? Por brutales que puedan parecer estas cifras, hay que añadirles un detalle de fácil comprensión y es que todos queremos más, siempre queremos más. ¿Cuántos enfermos hay en el mundo? ¿cuántas personas enferman cada día? Por muchas que sean, son únicamente una parte de la población mundial. Hace casi medio siglo, cierto directivo de otra de las grandes del big pharma, Merck, señaló el camino. Decía aquel buen hombre que él siempre había soñado con crear medicamentos para las personas sanas. Aunque no estaba pensando precisamente en ellas, tales medicamentos existen desde hace más de un siglo, se llaman vacunas.
   La más reciente de todas las vacunas, la vacuna contra el virus del papiloma humano, es un ejemplo perfecto de lo que venimos diciendo. Publicitarla fue fácil, el virus del papiloma humano es “la segunda causa de cáncer en las mujeres por detrás del cáncer de mama”. Sólo el machismo imperante pudo retrasar hasta 2007 la Primera Cumbre Global sobre el cáncer de cérvix, de la que surgió la "Coalición contra el Cáncer de Cérvix" apadrinada por mujeres famosas. En enero de 2008 se celebró la "Semana Europea para la Prevención del Cáncer de Cuello de Útero". Múltiples sociedades médicas y científicas han elaborado documentos urgiendo a las autoridades a la vacunación masiva de la población femenina. Casualmente 2008 es el año en que se concedió el premio Nobel de medicina al descubridor del mencionado virus. También por casualidad, el presidente y otro miembro del comité que evaluaba los premios Nobel del año 2008 habían trabajado como consultores para AstraZeneca, la empresa que posee la patente sobre la obtención de elementos clave para el desarrollo de la vacuna. Igualmente es una casualidad que AstraZeneca sea una antigua patrocinadora de dos empresas de la Fundación Nobel.
   Ciertamente, todo esto da igual si estamos hablando de salvar vidas humanas. Pero, ¿cuántas vidas humanas va a salvar esta vacuna? En realidad, el mapa mundial del cáncer del cuello de útero muestra una dispersión muy desigual en la incidencia de dicha enfermedad. Es una plaga y causa una alta mortalidad en los países poco o nada desarrollados, países, por otra parte, donde la población femenina seguirá sufriendo sus efectos porque estamos hablando de la vacuna más cara aparecida hasta la fecha y que, por tanto, difícilmente podrá ser distribuida en los países en los que este tipo de cáncer tiene mayor incidencia. En los países desarrollados, donde sí se ha vacunado a la población, hasta el 90% de las mujeres que contraen el virus lo eliminan de modo espontáneo y buena parte del 10% restante obtiene un tratamiento eficaz antes de que la enfermedad alcance las fases más peligrosas de su desarrollo como consecuencia de las revisiones ginecológicas. 
   Pero, claro, la totalidad de las mujeres de los países ricos, sigue siendo la mitad de la población de dichos países. En EEUU hace años que se puso en marcha la segunda fase de la operación “vacuna del papiloma”. Si el cáncer de cuello de útero es causado por un virus, ¿cuál es la vía de transmisión? ¿cuántas mujeres puede infectar un adolescente que haya practicado un cunilingus a una portadora? Antes que correr un riesgo semejante, ¿no sería conveniente vacunar también a la población masculina?
   Cuento todo esto porque en España ha aparecido el caso de un niño infectado por difteria, una enfermedad prácticamente erradicada en Europa. Sus padres pertenecen a uno de los múltiples círculos anti-vacuna que se están formando por todo el mundo. Hay un lema del periodismo que dice que si un perro muerde a un hombre, eso no es noticia, si un hombre muerde a un perro, eso sí es noticia. Unos padres no vacunan a su hijo y éste contrae la enfermedad contra la que no ha sido vacunado. ¿Dónde está la noticia? Más bien debiera serlo lo contrario, los miles de casos anuales de personas vacunadas contra una enfermedad que acaban contrayéndola. Sin embargo, como norma, ninguno de estos casos aparece jamás en la prensa. Curiosamente, el caso de este niño con difteria no ha abandonado la cabecera de los principales medios de comunicación españoles en los últimos días, junto con una serie de artículos informando de quiénes son estos lunáticos que quieren que sus hijos enfermen.
   ¿Durante cuánto tiempo debe ser vacunada la población contra una enfermedad erradicada de su entorno? Si la lista de vacunas obligatorias en un país como España, difiere de comunidad en comunidad, ¿cuál es el criterio seguido para establecer qué es lo más conveniente para la población? ¿O es que la lista de vacunas no se establece en base a lo que es más conveniente para la población sino en base a lo que es más conveniente para la industria farmacéutica? ¿Cuántas de las vacunas que administramos a nuestros hijos implican realmente un beneficio a medio y largo plazo para ellos? ¿Son nuestros médicos capaces de distinguir entre unas y otras? O, dicho de otro modo, ¿existe alguna diferencia entre revistas médicas y folletos publicitarios de las empresas farmacéuticas? ¿Realmente es de enfermos hacerse estas preguntas o es una sociedad condenada a enfermar la que considera lunáticos a quienes se las hacen?